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Ante el Día Internacional de las Personas sin Hogar

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El fenómeno de las personas sin hogar no solo se resiste a una denominación sencilla y concluyente (el concepto “sinhogarismo”, traducción literal de homelessness, no consta en el DRAE ni agrada a todo el mundo), sino también a una medición rigurosa. Las estadísticas nacionales sobre personas sin hogar son, por lo general, muy imperfectas y limitan la capacidad de establecer comparaciones internacionales. En primer lugar, no parten de una definición común de las unidades de análisis. Así, en algunos países solo incluyen a personas que viven en la calle, residen en centros de acogida o en albergues para personas sin hogar. En cambio, en otros engloban también a quienes se alojan en viviendas que no reúnen condiciones mínimas de habitabilidad o a quienes han de hospedarse en un hogar que no es el suyo. En segundo lugar, los métodos de recogida de datos varían considerablemente entre sistemas estadísticos. La localización de los encuestados no resulta fácil, por lo que, en muchas ocasiones, se recurre a los servicios sociales locales o regionales, cuyas capacidades organizativas pueden condicionar decisivamente la calidad de la información que proporcionan. Además, las encuestas no suelen cubrir todo el territorio, sino solo las ciudades más populosas, que no en todos los países se seleccionan conforme a los mismos criterios.

En España, la Encuesta sobre las Personas sin Hogar (EPSH), realizada por el Instituto Nacional de Estadística (INE), carece de periodicidad fija. Recoge datos de las personas sin hogar de 18 o más años que acuden a los centros prestadores de servicios de alojamiento y/o restauración en municipios cuya población supera los 20.000 habitantes. Los últimos datos disponibles provienen de la encuesta realizada en 2012, en plena crisis económica, y arrojan una cifra de 23.000 personas sin hogar.[1] Si, con todas las cautelas debidas a las limitaciones arriba indicadas, comparamos los resultados de la última EPSH con los que, en torno a ese mismo año, publicaron otros países cuyas estadísticas contemplan una definición de personas sin hogar similar a la utilizada por el INE, advertimos que el porcentaje de España (0,05%) es menor que el de Francia (0,22%) y Austria (0,17%), situándose también algo por debajo de los de Irlanda e Italia (en ambos casos, 0,08%) (Tabla 1).

Tabla 1. Estimación del número y de la proporción de personas sin hogar*

Número % sobre el total de población Año de la estadística
Francia 141.500 0,22 2012
Austria 14.603 0,17 2014
Eslovenia 2.700 0,13 2015
Italia 50.724 0,08 2014
Irlanda 3.625 0,08 2015
España 22.938 0,05 2012
Lituania 857 0,03 2011
Croacia 462 0,01 2013

(*) La tabla solo recoge países europeos que no incluyen en la definición de “personas sin hogar” categorías diferentes de las siguientes: (1) viven en la calle; (2) viven en centros de acogida eventual; (3) viven en albergues para personas sin hogar. Para obtener los datos del resto de países de la OCDE, consúltese la fuente.

Fuente: OECD Affordable Housing Database (http://oe.cd/ahd).

Sobre las razones de esa cifra española comparativamente reducida se puede poco más que especular, pero es probable que la solidez de la red de apoyo que proporcionan las familias españolas constituya un factor explicativo importante. De acuerdo con los datos de la EPSH de 2012, en el colectivo de las personas sin hogar están sobrerrepresentados los hombres (80%), los menores de 45 años (58%) y los inmigrantes (46%). Ciertamente, casi el 80% de los encuestados afirmaron haber vivido hasta los 18 años con sus padres, la mitad declaró tener hijos, y un 16%, estar casado o tener pareja. Por tanto, muchos no carecen de familia en sentido formal; pero probablemente sí de una familia capaz de ofrecerles soporte, bien por falta de medios económicos, bien por inexistencia de una estructura suficientemente cohesionada. Llama la atención que los mayores de 64 años no superen el 4%, un indicio de que nuestro sistema de protección social es especialmente eficaz con la población de más edad. Y también resulta llamativo que más de dos terceras partes lleven más de un año sin alojamiento propio, lo que sugiere que la situación de la mayoría de afectados no es circunstancial, sino que tiende a cronificarse.

«Recuperar a las personas sin hogar para una vida independiente (y no solo conseguirles un techo estable) debería ser uno de los grandes objetivos en la lucha contra el problema […] No menos importante es articular políticas para prevenir las situaciones que abocan a esa condición a través de una oferta de servicios de “micropolítica social”».

Los Estados europeos han afrontado el problema social de las personas sin hogar con un abanico de medidas fundamentalmente paliativas. De entre todos ellos, Finlandia destaca por su éxito en la reducción del colectivo. Este país nórdico lanzó en 2008 su programa Housing First, ofreciendo viviendas individuales de alquiler permanente a las personas sin hogar. Algunos países y grandes ciudades (entre ellas, Madrid) han tomado la estrategia finlandesa como modelo. Ahora bien, el indicador que más rotundamente mostraría los avances en el combate del sinhogarismo –y del que lamentablemente no disponemos– sería aquel que reflejara no tanto la reducción estadística de las personas que viven en la calle porque pasan a residir en pisos de alquiler financiados por los servicios públicos, cuanto la consecución de un empleo capaz de dotarles de al menos un grado considerable de independencia económica.

Recuperación y prevención

Recuperar a las personas sin hogar para una vida independiente (y no solo conseguirles un techo estable) debería ser uno de los grandes objetivos en la lucha contra el problema, sin pasar por alto que una parte de ellas —difícil de estimar, pero seguramente no insignificante— no se encuentra en condiciones de lograrlo (por falta de los recursos físicos y emocionales necesarios, incluyendo, en algunos casos, la voluntad). Por ello, es también preciso contar con una red suficiente de dispositivos de apoyo para paliar las situaciones de malestar que sufran aquellas personas que, a pesar de las políticas orientadas en ese sentido recuperativo, permanezcan en la condición de “sin hogar”. No menos importante es articular políticas para prevenir las situaciones que abocan a esa condición a través de una oferta de servicios de “micropolítica social”; es decir, de servicios centrados en la asesoría, el apoyo y el acompañamiento individualizados a quienes, por diversas circunstancias, se hallen en riesgo de convertirse en personas sin hogar.

Pero no toda la responsabilidad recae sobre el Estado. Así lo ha entendido una parte de la sociedad civil formada por quienes dirigen y trabajan, remunerada o voluntariamente, en organizaciones no gubernamentales que prestan apoyo a las personas sin hogar. El documental “Espinas y Demonios”, patrocinado por FUNCAS a través de En Clave Social y dirigido por Ander Duque, muestra diferentes aspectos de este trabajo social, poniendo de relieve su complejidad y su mérito, y dando imagen y voz tanto a quienes lo desempeñan, como a quienes se benefician directamente de él. Escuchar las voces diversas, sinceras y dignas de todos ellos, y observar sus gestos —a veces serios y afligidos, a veces sonrientes e ilusionados— es interesante y aleccionador en cualquier momento, pero quizá especialmente oportuno en estas últimas jornadas del mes de noviembre, en las que conmemoramos el Día Internacional de las Personas Sin Hogar.

[1] No es esta la única fuente de datos que ofrece información sobre el volumen y las características de la población sin hogar, pero sí la más homologable internacionalmente. Es asimismo aconsejable consultar la Encuesta sobre Centros y Servicios de Atención a Personas sin Hogar, que realiza el INE cada dos años (los últimos datos disponibles son de 2016), así como también los recuentos nocturnos que se llevan a cabo en distintas ciudades para contabilizar a quienes pernoctan en la calle. Teniendo en cuenta las diferentes fuentes de información estadística, el número de personas sin hogar en España se estima entre 25.000 y 30.000, según el documento Estrategia Nacional Integral para Personas sin Hogar, 2015-2020, publicado en 2016 por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad (página 19).

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