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Alemania, año 2025. El primer mes de la era Merz (II). Vuelta de tuerca a la inmigración no autorizada

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La tijera demoscópico-electoral comienza a abrirse a favor de los cristianodemócratas alemanes. En efecto, el descenso en intención de voto a la CDU/CSU que venían registrando las encuestas realizadas tras las elecciones de 23 febrero de 2025 se ha detenido desde finales de mayo y la formación de centro-derecha se distancia, muy poco a poco, de su más cercana competidora electoral, Alternativa para Alemania (AfD) (gráfico 1). Bien es cierto que el último porcentaje publicado de quienes afirman que votarían a la CDU/CSU “si el próximo domingo se celebraran elecciones generales” (27,3%) se sitúa por debajo del que obtuvo en las elecciones de febrero (28,6%); y también lo es que la intención de voto a AfD (23,2%) a mediados de junio supera el porcentaje que consiguió aquel día (20,8%), y ello a pesar de que, entre esas dos fechas, la Oficina Federal para la Protección Constitucional ha clasificado a este partido-movimiento como “confirmadamente de extrema derecha”.


En la sutil remontada de la CDU/CSU ven los analistas al canciller Friedrich Merz, que durante su primer mes de mandato ha hecho gala de un nuevo estilo de liderazgo político nacional e internacional marcado por la asertividad y el realismo. Si en política exterior sus esfuerzos se han concentrado en la reivindicación de la seguridad y capacidad defensiva de Europa, el apoyo a Ucrania y  el compromiso con la OTAN, en política interior ha priorizado el combate contra la inmigración no autorizada o “irregular”, la gestión restrictiva de las solicitudes de asilo, la reducción de las entradas de inmigrantes por reagrupación familiar y el endurecimiento de los requisitos para adquirir la ciudadanía alemana, acompañando todos estos objetivos de demandas de mayor vigilancia de las fronteras exteriores de la Unión Europea. 

Las medidas políticas para desplegar esta ofensiva contra la inmigración irregular han sido inmediatas. Por una parte, se han reforzado los efectivos y las jornadas de la policía federal encargada de los controles fronterizos. Aunque los datos son todavía provisionales y algo confusos, apuntan a un aumento de entradas denegadas y una reducción de solicitudes de asilo presentadas. Por otra parte, el gobierno ha iniciado la tramitación parlamentaria de la ley que suspende durante dos años las entradas de hasta 1.000 inmigrantes al mes en concepto de reagrupación familiar que podían solicitar los inmigrantes residentes en Alemania a los que se les hubiera reconocido protección internacional (aunque carecieran del estatus de asilados). Asimismo, el gobierno ha remitido al parlamento la reforma de la legislación de ciudadanía para suprimir las denominadas turbonacionalizaciones, que franqueaban el acceso a la nacionalidad alemana tras tres años de residencia en el país. 

La cabeza visible de estas políticas es el ministro del Interior, Alexander Dobrindt, un político curtido en la dirección de su partido (CSU), en la actividad parlamentaria y ejecutiva. Sociólogo de formación, Dobrindt declara que “Alemania está desbordada”, como consecuencia del “efecto imán” que ha generado la “política de invitación” (Einladungspolitik) de los últimos diez años, y defiende que el control de la inmigración “ilegal” (deliberadamente utiliza siempre este adjetivo, en lugar de “irregular”) reducirá la polarización social que padece el país. Responde sin paños calientes a las críticas que recibe desde el ámbito político y mediático tildando su política de “anticristiana” e “inhumana” y, ante el revés judicial recibido recientemente de un tribunal administrativo de Berlín que ha declarado ilegal la denegación de la entrada en Alemania a tres solicitantes de asilo somalíes, insiste en la legalidad de los procedimientos de control y expulsión y persevera en su mantenimiento comprometiéndose a mejorar la justificación de las decisiones denegatorias y a elevar consultas al Tribunal de Justicia de la Unión Europea.

Con más de 30 aeropuertos internacionales y aproximadamente 4.500 vías terrestres de acceso desde los nueve países colindantes (con los que comparte 3.800 kilómetros de frontera), Alemania afronta lógicamente dificultades operativas para controlar la inmigración irregular. Pero el nuevo gobierno lo deja claro: “el espacio residencial, las aulas escolares, las plazas de guardería… todo esto no es ilimitado, todo es finito. Si queremos conseguir unas condiciones ordenadas en las ciudades y municipios, tenemos que limitar la afluencia a Alemania”[2].

Para abrir la tijera demoscópico-electoral respecto a la AfD, la CDU/CSU ha de cerrar la tijera de la inmigración no autorizada: de ello están convencidos Merz y Dobrindt, y a juzgar por alguna encuesta ya disponible, pueden contar con un amplio respaldo de ciudadanos alemanes.


[1] Discurso de Friedrich Merz en el Congreso Municipal Alemán (3 de junio de 2025).

[2] De acuerdo con una encuesta del Instituto INSA realizada en los primeros días de junio, el 64% de los entrevistados (mayores de 18 años) mostraban su apoyo a las denegaciones de asilo en frontera.

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