Uno de los rasgos más relevantes de la evolución de la economía española reciente ha sido el retorno de los hogares a una situación de necesidad de financiación (es decir, de insuficiencia de su ahorro para financiar su inversión), tras ocho años con capacidad de financiación positiva. Ya en 2017 las familias españolas registraron un pequeño déficit financiero, el cual se amplió en 2018 hasta el 1,2% del PIB. Este déficit ha sido consecuencia de la caída de la tasa de ahorro hasta el mínimo histórico del 4,9% de la Renta Disponible Bruta, tasa notablemente inferior a la media de la eurozona, que se mueve en torno al 12%, y una de las más bajas de la UE (gráfico 1).
Gráfico 1
Eurostat y BEA.
El acusado descenso de la tasa de ahorro de los hogares ha contribuido a impulsar el crecimiento económico en los últimos años, siendo uno de los factores que explican nuestro diferencial favorable con respecto a la zona euro. Pero también implica que la caída del consumo será más severa cuando llegue la fase descendente del ciclo económico, ya que el ajuste que tendrán que realizar los hogares para recomponer su situación financiera deberá ser más intenso.
Como consecuencia de esta necesidad de financiación, los hogares contrajeron deudas en términos netos en 2018 por primera vez desde 2010 (es decir, el volumen de nuevos préstamos fue superior al de las amortizaciones), pese a lo cual, el valor de su deuda agregada descendió, debido fundamentalmente a cancelaciones de deudas previamente contraídas. Por otra parte, otros pasivos de los hogares, como créditos comerciales o cuentas pendientes de pago, se hallan en ascenso, de modo que el total de pasivos de los hogares sí que experimentó un incremento en 2018.
Las Administraciones Públicas, por su parte, registraron una necesidad de financiación del 2,5% del PIB, inferior en 0,5 puntos porcentuales a la obtenida el año anterior. No obstante, esa mejora del saldo público esconde un estancamiento del déficit estructural (el saldo resultante de eliminar los ingresos y gastos debidos exclusivamente a la posición del ciclo), que se halla en el nivel más elevado de toda la Eurozona. Esto tiene una implicación muy negativa, y es que cuando llegue la fase descendente del ciclo no existirá margen de maniobra para llevar a cabo una política fiscal contracíclica, lo que nos obligará a realizar un ajuste fiscal en un momento de recesión.
Con los hogares y las Administraciones Públicas en situación de necesidad de financiación, todo el peso del sostenimiento del superávit exterior de la economía española, necesario para seguir reduciendo nuestra posición fuertemente deudora frente al exterior y para mantener la confianza en cuanto a nuestra solvencia, recae únicamente sobre las empresas. Estas generaron en su conjunto una capacidad de financiación equivalente al 2,5% del PIB en 2018, en positivo por décimo año consecutivo. Dicho superávit fue superior al registrado por el conjunto de la zona euro (un 0,8% del PIB del área, gráfico 2).
Gráfico 2
Eurostat y BEA.
El superávit financiero de las empresas es lo que ha hecho posible que el conjunto de la economía haya mantenido un saldo positivo frente al exterior del 1,5% del PIB, si bien este se encuentra por debajo de las cifras de en torno al 2% registradas entre 2013 y 2017.
«Es necesario, por tanto, que España siga manteniendo una capacidad de financiación positiva, para seguir reduciendo su deuda externa. En este sentido, resultaría conveniente que los hogares mantuviesen una capacidad de financiación positiva, como sucedió hasta 2017, pese a que esto suponga un menor crecimiento del consumo y del PIB a corto plazo»
María Jesús Fernández
La capacidad de financiación que ha presentado la economía española a lo largo de los últimos años es lo que ha hecho posible la reducción del saldo deudor neto de la Posición de Inversión Internacional española —excluyendo los instrumentos no susceptibles de impago— desde un 78,3% del PIB en 2009 hasta un 53,9% del PIB en 2018. Pese a ello, la posición española sigue siendo una de las más deudoras de la UE: los únicos países que presentan un saldo más negativo son Grecia, Chipre y Portugal (además de los casos particulares de Irlanda y Luxemburgo) (gráfico 3).
Gráfico 3
Eurostat.
Un nivel tan elevado de deuda implica una vulnerabilidad frente al exterior, ya que en situaciones de recesión y tensiones en los mercados financieros puede generar desconfianza en cuanto a la solvencia de nuestra economía. Es necesario, por tanto, que España siga manteniendo una capacidad de financiación positiva, para seguir reduciendo su deuda externa. En este sentido, resultaría conveniente que los hogares mantuviesen una capacidad de financiación positiva, como sucedió hasta 2017, pese a que esto suponga un menor crecimiento del consumo y del PIB a corto plazo. Lo mismo se puede decir del sector público, máxime teniendo en cuenta que es el titular de casi el 40% de la deuda externa bruta española (excluyendo la correspondiente al Banco de España), frente al 18% que suponía en 2009.
Más información en el artículo ‘Ahorro, capacidad de financiación y saldos financieros de la economía española en 2018’, publicado en el número 270 de Cuadernos de Información Económica.