Al igual que en las revoluciones industriales precedentes, el proceso de transformación digital en curso creará nuevos empleos, tanto en los sectores innovadores como en los beneficiados por el efecto renta ocasionado por el cambio tecnológico. Sin embargo, la Cuarta Revolución Industrial también precipitará la automatización de numerosas tareas, lo que podría poner en riesgo hasta un 36 % de los puestos de trabajo actualmente existentes en España.
Aunque este proceso de destrucción creativa no constituye un aspecto singular del cambio tecnológico actual, la velocidad que está alcanzando la actividad innovadora sí lo es, y amenaza con abreviar el recorrido hacia un nuevo equilibrio entre la oferta y la demanda de empleo. En consecuencia, la identificación de los trabajadores más vulnerables a la revolución digital es una condición necesaria para minimizar los costes de transición individuales y sociales.
«Para atenuar las repercusiones negativas del progreso tecnológico sobre el empleo presente y futuro, es imprescindible que los agentes económicos, tanto públicos como privados, gobiernen el cambio».
A partir de las probabilidades de automatización de cada ocupación obtenidas por Frey y Osborne (2017), se utilizan los microdatos de la muestra anual de la EPA entre 2011 y 2016 para determinar qué características personales y laborales condicionan el riesgo de que un trabajador en España sea sustituido por una máquina. Los resultados de las estimaciones muestran que la probabilidad de computarización disminuye con el grado de responsabilidad en la empresa, el nivel educativo, la disposición a participar en acciones formativas y la adopción de nuevas formas de trabajo –como el teletrabajo–, y es comparativamente reducida para los ocupados en educación, sanidad, servicios sociales, TIC, energía y actividades científico-técnicas. Las restantes características del trabajador y de la empresa juegan un papel secundario para explicar el riesgo de automatización.
Con el objetivo de atenuar las repercusiones negativas del progreso tecnológico sobre el empleo presente y futuro, es imprescindible que los agentes económicos, tanto públicos como privados, gobiernen el cambio. Para lograrlo, es necesario actuar en tres ámbitos: la educación, el mercado de trabajo y la redistribución.
En primer lugar, resulta esencial invertir más y mejor en capital humano para que la población adquiera conocimientos y habilidades cognitivas y no cognitivas complementarios al progreso tecnológico. Además, en un contexto de prolongación de las carreras laborales y de cambio tecnológico, apostar por la formación continua es una obligación para los individuos, las empresas y el sector público.
En segundo lugar, deben priorizarse las reformas que traten de eliminar las barreras a la inversión y al crecimiento empresarial y facilitar la creación de empleo. Para ello, resulta esencial mejorar la eficacia y la eficiencia de las políticas del mercado de trabajo. Paralelamente, dada la expansión de los modelos de negocio basados en plataformas y de las nuevas formas de contratación, es aconsejable reconsiderar la regulación laboral vigente.
Por último, será ineludible diseñar mecanismos que compensen a los damnificados por la revolución digital. El análisis comparado revela que los márgenes de mejora de la cobertura y la eficiencia del Estado del bienestar en España son amplios. En este contexto, avanzar en la evaluación ex ante y ex post de las políticas públicas es una obligación.
Más información en el artículo ‘Afectados por la revolución digital: el caso de España’, publicado en Papeles de Economía Española, número 156