Las citas del G7 en Biarritz y de los principales banqueros centrales mundiales en Jackson Hole (Wyoming) llegaban el pasado fin de semana como una oportunidad para cerrar heridas comerciales y conjurar acciones coordinadas para evitar o mitigar una recesión global. La mezcla, sin embargo, no ha tenido un sabor agradable. Un cóctel agriado por injerencias de los poderes políticos, en la necesaria independencia de…
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