Logo Funcas

10 años de la Unión Bancaria Europea: avances, pero también incompletitud

Comparte esta entrada

El 4 de noviembre se cumplirá el décimo aniversario de la puesta en marcha del Mecanismo Único de Supervisión (MUS), uno de los tres pilares en los que se basa la Unión Bancaria Europea. Los otros dos son el Mecanismo Único de Resolución (MUR) y el Esquema Europeo de Garantía de Depósitos (EDIS). En una cumbre de la zona euro, dos años antes, en junio de 2012, se dieron los primeros pasos políticos con la aprobación del proyecto, de gran alcance, que logró, junto a unas sencillas palabras del entonces presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, –el ya famoso “whatever it takes”: hacer todo lo necesario para salvar el euro– pacificar los mercados de deuda soberana. Un proyecto creíble con enjundia y unas palabras mágicas fueron una especie de bálsamo de Fierabrás que sacaron al euro de su peor crisis hasta el momento.

El MUS instauró un nuevo sistema de supervisión financiera formado por un doble nivel, el BCE y las autoridades nacionales competentes. El primero se encarga directamente de inspeccionar a las entidades más significativas y, con la ayuda de las autoridades nacionales, examinar al resto de entidades. Sus principales objetivos son vigilar la seguridad y la solidez del sistema bancario europeo y auspiciar la integración y la estabilidad financieras en el Viejo Continente. El MUS supervisa a casi 2.200 bancos en un total de 21 países de la UE, de los que 109 son significativos bien por su dimensión (más de 30.000 millones de activos) o por su representatividad relativa en el país al que pertenecen. Por su parte, el Mecanismo Único de Resolución (MUR) está operativo desde enero de 2016 y se encarga de gestionar la resolución ordenada de bancos en serias dificultades para minimizar el impacto en la economía real y el coste para los contribuyentes.

El MUR lo componen la Junta Única de Resolución (JUR), el Fondo Único de Resolución (FUR) y las autoridades nacionales de resolución, y centraliza el proceso de toma de decisiones de resolución de entidades en el ámbito europeo y garantiza la uniformidad de las prácticas de financiación de esa resolución. El doble objetivo es salvaguardar la estabilidad financiera y minimizar los efectos de las crisis individuales bancarias. El MUR está respaldado por el FUR, que se financia por las propias entidades financieras, lo que significa que los rescates ya no dependen tanto de los fondos públicos. El caso más conocido de resolución fue el del Banco Popular.

El tercer pilar de la Unión Bancaria está pendiente. Se trata del Esquema Europeo de Garantía de Depósitos (EDIS) que garantizarían los depósitos de los europeos con independencia de la jurisdicción donde se encuentren y permitiría eliminar la fragmentación financiera actual y evitaría que una situación delicada de un país acabara contagiando a sus bancos. El consenso político necesario todavía no existe para el EDIS por lo que no se conocen plazos para su posible implantación. Es una incompletitud importante en el sistema, que puede abrir vías de agua si vienen turbulencias con efectos asimétricos en los diferentes países europeos.

Una década es un plazo de tiempo suficiente que permite identificar los importantes avances, pero también lo bastante que queda por hacer. Sin duda, hay elementos tan positivos como la desaparición de las graves turbulencias sobre la deuda soberana y la banca europea. Con el MUS ha mejorado la credibilidad, la coherencia y la calidad de la supervisión bancaria, reduciendo el riesgo de decisiones nacionales que favorezcan a los bancos locales en detrimento de la estabilidad financiera. Los últimos diez años han sido de bastante calma en el sector bancario europeo, a pesar de la atonía de la actividad económica de muchos países, con una pandemia, varios conflictos bélicos y un inesperado proceso de inflación elevada y persistente. Sin duda, el “paraguas” de la Unión Bancaria ha ayudado en este contexto. También fue una buena protección, con su normativa y supervisión menos laxa y más unificada, hace un año y medio con las turbulencias en la banca regional estadounidense y la crisis de Credit Suisse. En otros tiempos, sin ese escudo, habría habido mayor contagio de un episodio así a la banca europea.

Quedan muchas cosas pendientes, no solamente es el EDIS. Una Unión Bancaria no solamente va de homogeneizar regulaciones y elementos institucionales. También está relacionado con el funcionamiento del mercado como una unidad. Y ahí estamos muy “verdes”. La Unión Bancaria Europea solamente será una realidad completa cuando las entidades puedan operar con toda la libertad y armonización regulatoria real en los diferentes países, también en los mercados de control corporativo, y por tanto, se puedan producir con agilidad y sin trabas de ningún tipo (de carácter político o de culturas empresariales distintas, por ejemplo), las fusiones y adquisiciones paneuropeas. Como señalaba el conocido informe Letta hace unos meses, si la UE quiere ser competitiva, debe contar con “campeones europeos” y no solamente nacionales en el ámbito financiero, de las telecomunicaciones y energía. Solamente con operadores bancarios verdaderamente europeos se podrá hablar de completitud. La consecución de la Unión de Mercado de Capitales ayudará también en este contexto. Y aun así, quedarían muchos desafíos para los participantes de la Unión Bancaria, que incluirían la complicada supervisión de los intermediarios financieros “en la sombra” –con un creciente peso relativo– o el diseño del marco normativo para inteligencia artificial, que juega un papel fundamental para el sistema financiero del futuro.

Este artículo se publicó originalmente en el diario Cinco Días

Comparte esta entrada