Ahora que el cambio de ciclo parece habernos colocado en la pista de despegue de la crisis económica más intensa de la democracia española, disponemos de cierta perspectiva para analizar el impacto social de este periodo crítico que se ha extendido durante aproximadamente siete años; un septenio en el que la contracción de la economía supuso la destrucción masiva de empleo y el aumento del paro hasta superar la cuarta parte de la población activa, mientras que la política de consolidación fiscal imponía ajustes en el sistema de protección social. La conjunción de fuerte caída de empleo y restricciones de gasto social ha provocado entre expertos y analistas de la sociedad una preocupación justificada por el deterioro del bienestar en los hogares españoles.
«El balance confirma la impresión dominante del empeoramiento de las condiciones de vida de la sociedad española, pero obliga a matizar muchas de las afirmaciones corrientes entre la opinión pública».
Esta es la preocupación fundamental que subyace al número 22 de Panorama Social, coordinado por el profesor de Sociología de la Universidad de Zaragoza Pau Marí-Klose bajo el título Un balance social de la crisis. En términos generales, el balance confirma la impresión dominante del empeoramiento de las condiciones de vida de la sociedad española, pero obliga a matizar muchas de las afirmaciones corrientes entre la opinión pública. De los trabajos publicados en la revista se desprende un buen número de conclusiones que, a modo de síntesis, pueden recogerse en cinco puntos.
En primer lugar, el impacto de la crisis no ha consistido tanto en generar problemas sociales nuevos, cuanto en acentuar los existentes. En segundo lugar, la crisis ha afectado de muy distinta manera a diferentes grupos sociales: así, por ejemplo, si se fija la atención en las tasas de riesgo de pobreza, se observa claramente que los inmigrantes se han visto mucho más afectados que los nacionales; los jóvenes (sobre todo, aquellos con bajos niveles de formación), más que los mayores; los desempleados, más que los empleados; y los empleados con contrato temporal, más que los fijos. En tercer lugar, y a pesar de este impacto específico de la crisis, entre grandes partes de la población se ha extendido la experiencia subjetiva de incertidumbre y vulnerabilidad, así como la percepción de descenso social. En cuarto lugar, la crisis ha dificultado la transición a la vida adulta de los jóvenes, retrasando la emancipación de la familia de origen, la edad de primer matrimonio y de maternidad/paternidad, así como también favoreciendo la emigración al extranjero (aun cuando a menudo se pasa por alto que muchos jóvenes españoles emigrados son de origen inmigrante, y otros han retornado relativamente pronto tras experimentar dificultades para insertarse en los mercados de trabajo extranjeros). En quinto lugar, la crisis ha provocado algunos efectos socialmente positivos, como el considerable aumento del volumen de jóvenes que estudian al descender el coste oportunidad de permanecer en las aulas (o volver a ellas); un aumento que, por lo demás, coincide con el mantenimiento de la proporción de los denominados «ni-nis» (ni trabajan ni buscan trabajo ni estudian), en torno a uno de cada veinte jóvenes.
«El momento actual todavía puede resultar prematuro para establecer si el deterioro de determinados índices reviste carácter coyuntural o estructural, y también para evaluar los efectos de la crisis sobre determinadas cuestiones, por ejemplo, la salud de la población».
El diagnóstico que ofrece este número de Panorama Social es, por tanto, complejo, pero empíricamente sólido. No obstante, aconseja prudencia a la hora de llevar a cabo valoraciones. Así, por ejemplo, el momento actual todavía puede resultar prematuro para establecer si el deterioro de determinados índices reviste carácter coyuntural o estructural, y también para evaluar los efectos de la crisis sobre determinadas cuestiones, por ejemplo, la salud de la población.
En Funcasblog seguiremos el orden del índice del número 22 de Panorama Social para presentar las próximas entradas, elaboradas por los autores de los distintos artículos. El primer bloque de textos explora las consecuencias de la crisis, tal como se manifiestan en grandes indicadores sociológicos y demográficos. El segundo bloque se concentra en la incidencia de la crisis en sectores como la sanidad, la educación y el mercado de trabajo, y en colectivos como los jóvenes y los inmigrantes. Finalmente, los artículos del tercer bloque analizan la evolución del sistema público de bienestar y las actitudes de la población hacia él.
«Panorama Social no avanza propuestas de actuación; antes bien, lo que se pretende es proporcionar elementos cognitivos y analíticos para mejorar las condiciones en las que se discute sobre estas cuestiones y se adoptan decisiones de política social».
Una última precisión: la mayoría de los artículos incluidos en este número de Panorama Social no avanza propuestas de actuación; antes bien, lo que se pretende es proporcionar elementos cognitivos y analíticos para mejorar las condiciones en las que se discute sobre estas cuestiones y se adoptan decisiones de política social. Conocimiento y prudencia son, pues, los vectores de este Panorama Social con el que Funcas ha querido hacer una nueva contribución al debate público razonado y sereno sobre cuestiones de mucha importancia para la sociedad española.
Puede acceder a los contenidos completos del número 22 de Panorama Social, titulado «Un balance social de la crisis», desde aquí.