En una semana como esta hace una década conocíamos que la producción industrial se desplomaba en España, con los materiales destinados a la construcción liderando los descensos. No se hablaba de crisis aquí todavía, mientras que en el resto de países faltaba poco tiempo para intervenir y recapitalizar un amplio número de entidades financieras.
Con algo de retraso pero al final en España también nos vimos en una situación parecida. Los rescates acabaron hundiendo los índices de confianza en la banca. Hoy, sin embargo, los servicios bancarios han recuperado una posición intermedia en las comparaciones internacionales de confianza.
No obstante, aún parecen verse señales de cómo “castigar” a la banca que merecerían una reflexión más sosegada. Hace un par de años, un colega de una universidad británica me envió un trabajo que estudiaba la imposición de un impuesto a la banca en Japón que solo afectaba a algunas instituciones del sector. Las entidades que debían afrontar el impuesto acababan concediendo menos crédito, cargando mayores precios y dedicando menores recursos a preservar su solvencia. Hay otros tantos estudios similares.
«La banca española ha mejorado y el cliente tiene mucho que ver en ello porque ha aprendido a exigir más que nunca. No solo para pedir las mejores condiciones en sus contratos, sino para saber cuál es la salud de su banco».
En España, se discute ahora establecer medidas de este tipo y se han repetido análisis que sugieren su futilidad. Por falta de fundamentos y por su previsible impacto negativo. En mi opinión, a los bancos hay que exigirles ininterrumpidamente porque constituyen la espina dorsal de la estabilidad financiera. No caben mimos ni concesiones. Pero tampoco tiene sentido fustigarlos como si se tratara de algo ajeno al resto de la sociedad. En ellos está nuestro ahorro y la mayor parte de la capacidad de financiación.
La banca española ha mejorado y el cliente tiene mucho que ver en ello porque ha aprendido a exigir más que nunca. No solo para pedir las mejores condiciones en sus contratos, sino para saber cuál es la salud de su banco. Todos sabemos un poco más sobre estabilidad financiera tras la crisis. O, al menos, nos interesa más. Es un hecho que en estos últimos años la banca española ha acometido un saneamiento de su balance muy intenso y ha aumentado significativamente su solvencia.
Un tema relacionado con la confianza es saber qué condiciones ofrecen a sus clientes los bancos españoles. Un reciente estudio comparativo de Deloitte muestra a España como el segundo país con servicios bancarios más baratos tras Reino Unido. El coste medio anual es de 38 euros para el cliente no digitalizado y 20 euros para el digital. También se observa que la banca española ofrece un mayor número de servicios bancarios a sus clientes, hasta 115 distintos, frente a los 82 del promedio europeo. El 75% de esos servicios son gratuitos. Y las comisiones representan, de forma estable y desde hace años, un 20% del total de ingresos.
La banca es una de las actividades que mejor sabemos hacer en España y en el resto del mundo lo saben, donde hay una gran presencia en sus mercados de nuestras entidades financieras. Malos tiempos hubo, desde luego. Pero no solo por estos lares. Siempre debemos exigir más. Pero también comparar y valorar.