La economía española está de moda entre los inversores internacionales. Según los datos armonizados de la OCDE, el flujo de inversión directa internacional acumulado durante los tres primeros trimestres del 2016 alcanzó 26.000 millones de euros, superando a Italia por segundo año consecutivo y a poca distancia del resultado que consigue Alemania.
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A diferencia de las entradas de capital financiero (que consisten en compra de deuda y de acciones), la inversión directa se concentra en la economía real. Se trata de creación de nuevas empresas, ampliación de filiales ya establecidas o reinversión de beneficios generados en España. Por tanto, este tipo de inversión es relativamente estable, reduce el nivel de incertidumbre y traduce una apuesta a largo plazo por nuestro país. Los mercados miran de cerca su evolución, que sirve entre otras cosas para evaluar la prima de riesgo y el coste de financiación de la deuda española. Además, en teoría, la inversión extranjera facilita el acceso a tecnologías punteras y conlleva mejoras de productividad. Esto es así en la industria del automóvil, en el sector químico, de bienes de equipo o de servicios de mercado. Algo que sin duda ha contribuido al auge exportación y a la recuperación de la economía.
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Pero las tendencias recientes también apuntan a algunos puntos débiles. La inversión en la industria, la energía y los servicios profesionales, turismo y otros, representa apenas uno de cada cuatro euros invertidos por los no residentes en nuestro país. Los extranjeros manifiestan más interés los negocios inmobiliarios, la compra-venta de vivienda y la construcción – sectores expuestos a efectos burbuja y que acaparan cerca de uno de cada tres euros invertidos—que por la industria o los servicios profesionales. Esto se debe, en parte, al exceso de liquidez que se ha generado a nivel global como consecuencia de las políticas ultra-expansivas de los bancos centrales. La compra de deuda pública ofrece rentabilidades prácticamente nulas, o incluso negativas. Y la compra de acciones contiene un elemento de riesgo. Cada mes, China invierte en los mercados por la astronómica cifra de un trillón de dólares, es decir, lo que produce España en un año.
Para aprovechar el potencial de España como destino de la inversión extranjera, se necesitan mejoras significativas en el sistema educativo, en la calidad de los empleos creados y en el entorno competitivo, empezando por el sector eléctrico.
Así pues, los inversores se han orientado hacia la economía real, sobre todo en sectores con un importante potencial de crecimiento a corto plazo. Probablemente, este es el caso de la economía del ladrillo en España, donde los precios se habían desplomado por causa de la crisis. El centro de las ciudades es especialmente atractivo. Por otra parte, el consumo ha venido creciendo con fuerza, alentado por la creación de empleo, pero también por una demanda latente durante la crisis y que ha empezado a aflorar. De ahí el importante incremento de la presencia extranjera en el sector de supermercados, comercio al por mayor y grandes almacenes. También caben mejoras en el en el clima de inversión que estimulen las entradas de capital verdaderamente productivo. España es un país acogedor y goza de una excelente calidad de vida, según las encuestas internacionales. El país está bien posicionado para acoger empresas preocupadas por el Brexit.
No obstante, para aprovechar ese potencial, se necesitan mejoras significativas en el sistema educativo, en la calidad de los empleos creados y en el entorno competitivo, empezando por el sector eléctrico. La prevención de entradas de capital especulativo, requiere del estricto cumplimiento de la normativa en materia de gestión de riesgos en el sistema financiero. Es decir, evitar la generación de nuevas burbujas, para promover la marca España.
Fuentes de los gráficos: M. Economía (DataInvex), OCDE y Funcas.