En la medida en que caminamos hacia una sociedad en la que aumenta el peso de los “más mayores”, profundizar en el conocimiento sobre su satisfacción vital puede contribuir a mejorar su calidad de vida. El objetivo del presente artículo es, precisamente, identificar los factores explicativos de dos dimensiones del bienestar subjetivo declarado por los mayores en España: la satisfacción con su situación actual y la preocupación por su propia vejez. El estudio de estas variables se ha realizado desde una perspectiva de género. La fuente de información utilizada ha sido la Encuesta de Mayores de 2010 (IMSERSO). Los factores incluidos en los análisis multivariantes efectuados se agrupan en variables socio-demográficas, variables indicadoras del nivel socio-económico y del estado de salud, variables relativas a las relaciones con familiares y amigos, a las actividades realizadas y, por último, variables de entorno.
El trabajo empírico efectuado con base en toda la muestra apunta a que no existen diferencias entre hombres y mujeres en lo que respecta a la satisfacción con la situación actual. En cambio, sí se observan diferencias de género en la otra dimensión contemplada, la preocupación por la vejez, teniendo las mujeres mayores una mayor probabilidad de estar muy preocupadas ante la senectud que los hombres. La diferencia de género en torno a la preocupación por la vejez puede ser considerada una manifestación de otras desigualdades, por lo que merece una especial atención en futuros trabajos sobre el bienestar social y la calidad de vida de los mayores. Forma parte de la idiosincrasia de las mujeres mayores el hecho de que viven más años, reciben pensiones menos cuantiosas y presentan una mayor probabilidad de que sus años como dependientes se prolonguen, de padecer más soledad y ejercer con más frecuencia de cuidadoras de dependientes.
El análisis desagregado por género permite concluir que los factores potencialmente explicativos inciden de forma diferente en los varones y las mujeres mayores. Así, resulta interesante comprobar cómo las distintas fases del prolongado período que ocupa la vejez pueden influir de diversa manera en hombres y mujeres. Concretamente se ha comprobado que las mujeres de 75 a 79 años muestran menor probabilidad de sentirse muy satisfechas con la situación presente que las que tienen entre 65 y 69 años. En relación con la preocupación con la vejez, se observa una influencia distinta de la edad en hombres y en mujeres. En el colectivo masculino, cuanto mayor es la edad menor es la probabilidad de mostrar elevada preocupación por la vejez. En el caso de las mujeres, las que tienen entre 75 y 79 años muestran mayor probabilidad de estar muy preocupadas por la vejez que aquellas que tienen entre 65 y 69 años.
«El estado civil influye en la satisfacción con la situación actual de los varones, pero no en la de las mujeres (…) El tipo de convivencia influye en la satisfacción vital manifestada por las mujeres, pero no en la que manifiestan los hombres».
Algunas de las variables consideradas en el análisis afectan a hombres y mujeres en la misma dirección. Así ocurre con las que reflejan la capacidad funcional, la seguridad económica y la integración social. Concretamente, tanto en el caso de padecer alguna enfermedad como en el de no disfrutar de ninguna pensión, los mayores (hombres y mujeres) muestran menor probabilidad de estar satisfechos con la situación actual que si carecen de enfermedades y/o disfrutan de la propia pensión. En el caso de mantener relaciones satisfactorias con la familia, tanto hombres como mujeres muestran mayor probabilidad de elevada satisfacción con su situación actual que cuando no mantienen ese tipo de relación.
Otros factores parecen condicionar la satisfacción vital de las mujeres pero no la de los hombres, o viceversa. Así, el estado civil influye en la satisfacción con la situación actual de los varones, pero no en la de las mujeres. Los divorciados y/o separados manifiestan mayor probabilidad de estar muy satisfechos con su situación que los casados. El tipo de convivencia influye en la satisfacción vital manifestada por las mujeres, pero no en la que manifiestan los hombres. Las mujeres, con o sin pareja, que viven con hijos muestran menor predisposición a sentirse muy satisfechas con la situación actual. Ello podría deberse a que estas situaciones estuvieran más relacionadas con una necesidad económica de los hijos que conviven con los padres que con una necesidad por parte de los mayores de compartir residencia por motivos de su propia fragilidad. Además, normalmente, al ser ellas las que asumen en mayor medida los trabajos domésticos, dicha situación les es menos ventajosa.
Esta investigación no está exenta de limitaciones derivadas de la falta de información. Probablemente, la mayor sea la imposibilidad de capturar la incidencia de factores ambientales (culturales, educacionales, sociales y físicos) adicionales a los considerados, que pudieran ejercer influencia tanto en la propia satisfacción con la vida de los mayores, como en su preocupación por la vejez. A pesar de estas debilidades, este estudio da sustento a la idea de que, aun en las sociedades más avanzadas, siguen manifestándose diferencias en razón del género que pueden aflorar a través de dimensiones de la calidad de vida, como la preocupación por la propia vejez. Los resultados obtenidos aconsejan seguir avanzando en el conocimiento de las razones explicativas de este tipo de diferencias de género, con el fin de reducir progresivamente las distancias entre la calidad de vida de hombres y mujeres, y mejorar así el bienestar social de todos los individuos, sin distinción de sexo ni edad. Caminamos hacia una sociedad en la que los mayores y, en particular, los “más mayores”, van a adquirir una presencia y un peso creciente. Conocer mejor cómo se sienten y qué les preocupa es fundamental para intentar mejorar su bienestar y calidad de vida en esta etapa especialmente delicada de su existencia.
Más información en el artículo ‘La satisfacción vital de los mayores en España desde la perspectiva de género’, publicado en Panorama Social, número 27.