La integración que están emprendiendo CaixaBank y Bankia es catalizadora en la medida en que se inspira en un proceso de cambio más amplio en el sector bancario y lo alimenta. La estructura del mercado financiero ha cambiado aceleradamente. Los elementos que podían motivar una fusión diez o veinte años atrás son muy distintos a los actuales por varios motivos. El primero es que las ganancias de eficiencia con el tamaño han vuelto a aparecer. En un entorno más digital, se puede funcionar con una dimensión operativa más elevada sin necesidad de multiplicar infraestructuras. Es más, éstas pueden reducirse. Lo que se gana es una mejor gestión del factor esencial para competir en intermediación financiera, la información. Incluso los bancos de inversión más señeros en el mundo están girando hacia la banca minorista en el entorno digital, incluyendo alianzas con grandes tecnológicas para hacerlo. Entre los dos bancos españoles pueden generar un nuevo competidor para aprovechar las ventajas informativas porque, además, hay “química” entre ellos y los equipos gestores, ya que surgen de modelos de negocio minoristas de ahorro y con culturas corporativas muy arraigadas y compatibles.
En segundo lugar, el sentido geográfico de las integraciones ha cambiado. Pasó ya el tiempo en el que la discusión era casi exclusivamente cómo crecer con adquisiciones internacionales. Estando esa opción abierta para el futuro tras la fusión que ahora se está cerniendo, la ventaja más apreciable es la posibilidad de ganar balance en euros, una divisa fuerte comparada con las emergentes, en años en los que la estabilidad cambiaria está siendo un gran desafío.
«En el sector hay sobrecapacidad, sobre todo en estructuras. Hay que ser más alto, pero no más ancho. Y hay que crecer con un mayor acceso a los mercados de capital y deuda para reforzar la solvencia y liquidez. En todo caso, sigue siendo muy difícil generar márgenes cuando la política monetaria impone tipos de interés negativos».
Santiago Carbó
El tercer elemento inspirador es la propia presión del supervisor y el mercado. Nunca se habían lanzado tantas opiniones favorables desde múltiples instancias públicas para instar a fusiones. En el sector hay sobrecapacidad, sobre todo en estructuras. Hay que ser más alto, pero no más ancho. Y hay que crecer con un mayor acceso a los mercados de capital y deuda para reforzar la solvencia y liquidez. En todo caso, sigue siendo muy difícil generar márgenes cuando la política monetaria impone tipos de interés negativos. Esto ha afectado, sin duda, también a las valoraciones bursátiles de la banca en los últimos tiempos. De forma dramática.
Por supuesto, también hay retos propios de la operación. En muchos servicios se están produciendo pérdidas de peso del factor trabajo o cambios hacia otros más innovadores o digitalizados, así como reciclaje de capacidades. Los ajustes laborales llevan años produciéndose en el contexto de la reestructuración bancaria con acuerdos amplios y es previsible que se intensifique. En el caso de esta fusión también aparece el debate de la participación accionarial del FROB en Bankia. Si este capítulo se cierra ahora o lo hace más tarde debería ser en beneficio tanto de la entidad resultante como de la participación pública porque lo que el mercado acoja positivamente se reflejará en todas las acciones.
Todo sucede rápido porque así son las cosas ahora y porque las ventanas de oportunidad del mercado para lanzar una operación de estas características son cada vez más estrechas.
Este artículo se publicó originalmente en el diario El País.