No queda mucho para cerrar el cuarto año de esta década. Sin lugar a dudas, se trata de un periodo muy convulso y lleno de dificultades y “cisnes negros”. En marzo de 2020 una pandemia global que dejó todo tipo de huellas, también económicas. En febrero de 2022, Rusia ataca Ucrania, y comienza una guerra cruenta que sigue hoy. Más recientemente, el 7 de octubre, los terroristas de Hamas realizan una brutal cadena de atentados en Israel, que este país responde con fuerza. Se inicia una tensión geopolítica de gran magnitud. La incidencia social y económica del conflicto dependerá de si existe escalada o no a otros países (Irán, Siria entre otros). Estos próximos días serán críticos. La preocupación parece extrema, como ha dejado entrever la visita del presidente Biden a Israel esta semana. Las señales del mercado han sido de mayor tranquilidad que la prevista, con solamente impactos en la volatilidad y el precio del petróleo. Y también en los mercados de bonos soberanos pero que ya venían de un septiembre muy complicado.
Estos sobresaltos graves geopolíticos están afectando negativamente a la economía desde el final de la pandemia. Los problemas en la cadena de suministro global tras la vuelta a la normalidad tras el covid y el tirón de la demanda global tras más de un año de restricciones y confinamientos empujaron los precios hacia arriba. La inflación comenzó a ser un problema. Inicialmente se malinterpretó como transitorio. La guerra en Ucrania y su incidencia en el gas, petróleo, cereales y muchos otros productos generó inflación que luego se hizo persistente. Los bancos centrales comenzaron a reaccionar y de qué manera: fuertes y rápidas subidas de interés. Ahora que llevamos un tiempo con una inflación sustancialmente más baja que en 2022 —aunque con cierta tendencia a subir nuevamente— llega este último shock imprevisible con un potencial impacto de gran magnitud en la economía global, como ya tuvieron los anteriores choques. Hay que esperar. Estamos en el momento de mayor tensión. Quizás, si no hay escalada en unas semanas, lo peor en lo económico también puede haber pasado.
El entorno en el que ha llegado el nuevo conflicto en Oriente Medio ya era complejo por los efectos de las decisiones y anuncios de los bancos centrales (BCE, Fed) en los mercados de bonos soberanos, en particular el estadounidense. Esta semana ha sido muy movida para la deuda norteamericana, significativamente encarecida. La amenaza de una escalada bélica no ayuda. Que la inflación pueda repuntar por los precios de la energía, en un contexto de fortaleza económica en ese país, sugiere que la Fed puede seguir subiendo tipos. O al menos mantenerlos más altos bastante más tiempo de lo esperado. Turbulencias a la vista, de las que no se libraría la zona euro —con una notable desaceleración que puede ir a más según se sientan más los efectos de las subidas de tipos— y en el que el BCE también tendrá mucha tela que cortar en un entorno de tan difícil gestión.
Este artículo se publicó originalmente en el diario La Vanguardia.