El principal reto para que una economía regional pueda disfrutar de un bienestar social sólido y sostenible radica, como condición necesaria, en que su crecimiento económico dependa lo menos posible del endeudamiento exterior o de la percepción de transferencias de renta desde otros territorios (ya del Estado del que forme parte, ya de integraciones políticas de nivel superior como es el caso de la Unión Europea).
Una forma de evaluar esa no dependencia nos la ofrecería la balanza exterior en sus transacciones de bienes y servicios. De forma que un saldo positivo de la misma (como sucede en Alemania dentro de la Unión Europea o en Cataluña dentro de España) sería un factor explicativo de primer orden para disfrutar de un mayor ritmo de crecimiento económico o una mayor tasa de empleo, mientras que un abultado saldo negativo de la misma (en el caso del conjunto de España o en Galicia) nos enfrenta a una debilidad estructural solo neutralizable con endeudamiento exterior o con transferencias de renta desde economías con superávit (Alemania o Cataluña, respectivamente).
Es en este escenario en el que Galicia se explica que pueda mejorar su convergencia en PIBpc cuando la evaluamos con la renta familiar disponible, aunque lo haga en un problemático contexto de regresión demográfica y de menores tasas de crecimiento acumulativo a largo plazo de la producción de riqueza.
«Galicia cuenta con una subbalanza comercial fuera de España positiva en casi un 3 por 100 de su PIB. Una fortaleza que se ve complementada con el hecho de ser una de las economías regionales más abiertas de España, aunque seriamente matizada por un defectivo número de empresas que son exportadoras».
Si esta es la debilidad estructural de la economía gallega su reto ha de ser la reducción de su saldo negativo en bienes y servicios. Para conseguirlo Galicia cuenta con una subbalanza comercial fuera de España positiva en casi un 3 por 100 de su PIB gracias a dos motores exportadores de excepción: Inditex y Citroën. Una fortaleza que se ve complementada con el hecho de ser una de las economías regionales más abiertas de España, aunque seriamente matizada por un defectivo número de empresas que son exportadoras. También por el hecho de que la subbalanza turística (en su vector de turismo de no residentes) genera un menor superávit relativo del que se anota en el conjunto de España o de que las entradas de inversión directa exterior se muevan en niveles muy reducidos.
En su conjunto los indicadores ex post de competitividad que se revisan para Galicia presentan un balance dual: positivo para unos (cuota de exportaciones en España, saldo comercial con el extranjero) y negativo para otros (producto por habitante, cuota de empresas exportadoras, saldo exterior total, IDE).
Para revertir esos negativos indicadores ex post se revisan en detalle cada una de las dimensiones del Índice Regional de Competitividad (2013) a escala europea, un índice en el que Galicia pierde posiciones respecto a la que tiene en un ranking de nivel de ingresos. Las mayores debilidades se sitúan en las dimensiones de TIC, calidad laboral, negocios avanzados y accesibilidad, mientras que las fortalezas remiten a calidad institucional, sanitaria y en educación posobligatoria.
A la vista de este diagnóstico global y de las fortalezas y debilidades detectadas se detalla [en el artículo completo publicado en Papeles de Economía Española…]una veintena de programas estratégicos que nos situarían en una senda de competitividad económica base de un crecimiento sólido y sostenible (en lo social y ambiental). Programas que convertirían en positivos los indicadores ex post que ahora son negativos, en la medida en que superemos las debilidades anotadas en aquellas dimensiones.
Estos veinte programas de actuación podrían considerarse de choque, aunque en un horizonte temporal más dilatado a ellos debieran irse incorporando progresivamente cincuenta medidas recientemente propuestas desde el Foro Económico de Galicia, propuestas que recogemos en un Anexo final. Singularmente los que tienen que ver con la mejora de la calidad de nuestras instituciones y con la reestructuración de nuestra base productiva.
Todo lo anterior sería condición necesaria para un sólido y creciente desarrollo social (por ejemplo evaluado por el Índice de Desarrollo Humano) que fuera menos dependiente de rentas y capitales externos que en la actualidad. Aunque conviene recordar que no sería suficiente si la desigualdad en el reparto de la renta, del empleo de calidad o de la protección social no invierten las tendencias que vienen anotando desde la irrupción de lo que se ha dado en llamar Gran Recesión.
Esta entrada es una adaptación del artículo «Galicia: diagnóstico, debilidades y estrategias competitivas», publicado en el número 148 de Papeles de Economía Española. Puede consultar los contenidos completos de la publicación aquí.