Una de las transformaciones estructurales más profundas que ha registrado la economía española en su historia económica reciente ha sido el aumento del peso de las exportaciones sobre el PIB que tuvo lugar a partir del estallido de la crisis de 2008. Las exportaciones de bienes pasaron de representar en torno al 17% del PIB en los años anteriores a la Gran Recesión a un 24% justo antes de la pandemia, aumentando la cuota de mercado de las exportaciones españolas sobre las mundiales. También las exportaciones de servicios no turísticos crecieron a un ritmo intenso durante dicho periodo, incrementando su peso en el PIB desde un 4,7% a un 6,6%. Si a eso se le añaden las exportaciones de servicios turísticos, tenemos que las exportaciones en su conjunto aumentaron su peso sobre el PIB en nueve puntos porcentuales hasta el 35%. El peso de las importaciones, en contraste, se mantuvo sin apenas cambios en torno al 32% del PIB.
Gracias a ello, nuestra balanza comercial, históricamente deficitaria, pasó a registrar superávit de forma ininterrumpida ya desde 2011. De los tres componentes del sector exterior mencionados, solo la balanza de bienes presentó déficit a partir de dicho año, debido a la factura energética, ya que la balanza no energética mostró superávit hasta 2016 –después, un pequeño saldo negativo–.
El saldo positivo se ha mantenido incluso en contextos tan adversos como el de la pandemia, cuando se desplomaron los ingresos por turismo, uno de los tradicionales sostenes de nuestra balanza de pagos. También durante la crisis energética sufrida el pasado año, con los precios de las importaciones de gas y petróleo disparados. Durante todo este periodo, el excedente de la balanza comercial se ha mantenido en torno al 1,5% del PIB, aunque con cambios en su composición: el déficit comercial de bienes sufrió un profundo deterioro, que fue contrarrestado por el incremento del superávit de servicios, tanto turísticos como no turísticos.
De entre todos estos componentes, merecen una mención especial las exportaciones de servicios no turísticos. Si durante la gran recesión de 2008 a 2013 la nota brillante procedió de las exportaciones de bienes, en la convulsa etapa postpandemia han sido las de servicios no turísticos las que han experimentado un auténtico despegue. Su crecimiento en términos reales entre 2019 y 2022 fue del 20%, acelerando significativamente su ritmo medio anual con respecto al registrado en la etapa de 2013 a 2019, que ya fue muy dinámico, y elevando su peso sobre el PIB hasta el 7,6%. Mientras, las importaciones solo aumentaron un 4,4%. Esta evolución pone de manifiesto el desarrollo de una importante fortaleza competitiva en los servicios exportables, fundamentalmente servicios a empresas y transporte.
Con respecto a las exportaciones de bienes, su crecimiento en términos reales en el periodo postpandemia ha sido menos impresionante, un 3,6%, una cifra discreta en comparación con el incremento del 6,8% de las exportaciones mundiales –hemos perdido algo de cuota de mercado– y con el 8% de las exportaciones de la eurozona. Teniendo en cuenta que el PIB en 2022 aún no había recuperado el nivel de 2019, esto significa que el peso de las exportaciones de bienes ha seguido aumentando, pero las importaciones de bienes han crecido más, de modo que en este caso no se ha producido una mejora neta. Además, la relación real de intercambio ha sufrido un importante deterioro, derivado del mayor incremento de los precios de las importaciones que de las exportaciones. Este último factor explica por sí solo casi las dos terceras partes del mencionado aumento del déficit comercial de bienes.
Finalmente, en lo que se refiere a la balanza de los servicios turísticos, cabe señalar que el superávit de 2022 superó al de 2019, debido a que los ingresos procedentes de la llegada de turistas prácticamente ya se han recuperado, mientras que los pagos por los viajes de residentes en España al exterior aún no lo han hecho. Dicha recuperación de ingresos se debe en parte a la inflación, puesto que en términos reales el consumo de los turistas aún no ha alcanzado el nivel prepandemia.
En suma, nuevamente en una situación de crisis las buenas noticias para la economía española han procedido del sector exterior, esta vez de los servicios exportables. El comportamiento más modesto de la parte de los bienes no es preocupante por el momento, aunque debemos estar atentos: no podemos permitirnos perder ni un centímetro del terreno ganado durante toda una década.
Este artículo se publicó originalmente en el diario Expansión.