La economía ha empezado el año con buen pie. Todos los sectores crecen, aunque de forma dispar. La construcción –el más castigado por la crisis– ha emprendido una senda de recuperación que parece acelerarse. En el último trimestre del 2017, el sector se expandió a un ritmo anual cercano al 7%, más del doble que el conjunto de la economía. La producción industrial también registró buenos resultados durante el último tramo del año pasado, con un crecimiento anual superior al 4,5%. Sin embargo desde el inicio del año muestra síntomas de debilitamiento. Los servicios también pierden algo de dinamismo. Crecieron un 1,6% en el último trimestre, reflejando una ralentización en el comercio al por menor y la hostelería, en parte por la situación en Cataluña.
La robustez del crecimiento se repercute en la creación de empleo. En febrero, el número de afiliados a la Seguridad Social aumentó un 3,5%, y las cifras muestran que todos los principales sectores generaron puestos de trabajo.
El tirón de la economía europea y mundial, y los bajos tipos de interés explican en buena medida estos resultados. El crecimiento se acelera en Alemania, Francia e Italia, los tres principales mercados para las empresas españolas. El Reino Unido es el único destino importante que se debilita. Por otra parte, pese a la apreciación del Euro, las exportaciones hacia destinos extra comunitarios también aumentan a un ritmo elevado.
Gráfico 1
Los impulsos monetarios, por su parte, han ayudado a que la inversión tome aire, especialmente en el sector residencial. Esta evolución se refleja en el dinamismo del mercado hipotecario, que empuja los precios al alza e incluso genera escasez de viviendas en el centro de los grandes núcleos urbanos y en algunas zonas turísticas. La inversión en bienes de equipo mantiene su dinamismo gracias a los excedentes empresariales y también a los bajos tipos de interés. En 2017, las empresas pagaron 54.000 millones menos de euros en intereses que antes de la crisis.
Gráfico 2
Frente a este entorno favorable, los principales riesgos dependen de factores externos. Por una parte, el anuncio de la retirada de los estímulos monetarios por parte de los bancos centrales de los principales países desarrollados plantea serios desafíos. El impacto dependerá de cómo se produzca la normalización de la política monetaria. Un ajuste precipitado provocaría tensiones en los mercados financieros y aumentos en las primas de riesgo de los países más endeudados, como España. Tampoco es deseable una normalización excesivamente dilatada en el tiempo. De prolongarse, una política monetaria ultra-expansiva acaba por generar nuevas burbujas, por ejemplo en el mercado de la vivienda, además de facilitar la relajación del esfuerzo reformador.
«El margen que tienen los hogares para seguir financiando su gasto con el ahorro generado en años anteriores es ya estrecho. El gasto ha empezado a perder ritmo, una tendencia que sin duda influirá sobre el crecimiento durante los próximos meses».
Por otra parte, las restricciones comerciales anunciadas por el ejecutivo de los EE.UU. podrían provocar un resurgimiento del proteccionismo, nada favorable para nuestra economía. Los EE.UU. representan el sexto mercado de exportación y ocupan el primer lugar en la inversión directa internacional en España.
En el plano interno, una importante incógnita para el crecimiento reside en el consumo. Desde el inicio de la recuperación, su incremento supera el aumento de la renta disponible de las familias. Esto es posible porque la tasa de ahorro ha caído, hasta situarse netamente por debajo del 6% en 2017; es decir, el mínimo desde que existen datos homogéneos. También ha crecido el crédito al consumo.
Pero el margen que tienen los hogares para seguir financiando su gasto con el ahorro generado en años anteriores es ya estrecho. El gasto ha empezado a perder ritmo, una tendencia que sin duda influirá sobre el crecimiento durante los próximos meses. Si las familias ajustaran el gasto a sus posibilidades, el consumo privado crecería un 2,2% en 2018, significativamente inferior a los valores registrados en años anteriores. Ese cambio en el comportamiento de los consumidores provocaría un crecimiento económico menor, pero más sostenible.
Fuentes de los gráficos: Eurostat, INE y Funcas.