La liquidez disponible en las cuentas de las empresas alcanza niveles históricos. Según los datos publicados esta semana, las empresas españolas tienen una capacidad de financiación que supera los 5.000 millones de euros, lo que en base anual –teniendo en cuenta efectos estacionarios y de calendario– se podría traducir en más de 33.000 millones de euros de liquidez disponible en las empresas. Si se invirtieran, estos fondos generarían un importante potencial de crecimiento en el país.
Este exceso de liquidez es un fenómeno anómalo. La principal vocación de las empresas es invertir, lo que en circunstancias normales genera una necesidad crónica de financiación. Es cierto que la crisis provocó que las empresas redujeran sus inversiones y se desendeudaran. Pero en España, la deuda corporativa ha caído a niveles anteriores a la crisis. Y las empresas siguen generando liquidez en un proceso que parece imparable.
Gráficos 1 y 2
Fuentes: INE (CTNFSI), Funcas (previsión), Eurostat y OCDE.
Algo similar ocurre en otros países desarrollados. En 2015, las empresas de la zona euro disponían de 205.000 millones de euros de liquidez, es decir de fondos no utilizados para la inversión productiva, el monto de liquidez disponible supera el volumen anual de inversiones previstas por el plan Junker.
En Japón, las empresas han mantenido una situación similar desde el 1997, último año en que las empresas estaban en situación «normal» (cuando las inversiones superan los excedentes empresariales). La acumulación de excedentes no es un buen augurio y contribuye a explicar el estancamiento de la economía japonesa durante las dos últimas décadas.
El Banco Central Europeo no está a gusto con los crecientes excedentes disponibles. EL BCE procura impulsar la inversión y la demanda interna para alcanzar los objetivos de inflación. Lo que se pretende, mediante la aplicación de tipos de interés negativos y la compra de títulos de deuda pública y corporativa, es reducir el coste de la financiación de la inversión y estimular la actividad crediticia de los bancos, sobre todo con respecto a las pequeñas empresas, las más necesitadas.
El resultado ha sido paradójico. Las grandes empresas consiguen financiación en condiciones excepcionalmente favorables. Incluso algunas cobran a los mercados por endeudarse, algo sin parangón. Sin embargo las pequeñas empresas siguen enfrentándose a dificultades para conseguir nuevos créditos.
Las empresas españolas disfrutan de condiciones financieras excepcionalmente favorables que podrían desencadenar un nuevo ciclo de inversión, productividad y bienestar social.
En cualquier caso, la inversión no despega. En Alemania la tasa de inversión se mantiene por debajo del 20% del PIB. Y en España los datos para el segundo trimestre muestran que la inversión crece, pero menos que los excedentes empresariales.
Mientras que los beneficios empresariales crecían un 8,2%, los pagos en materia de impuesto de sociedades no financieras se reducían en un 38%. La caída de la recaudación sólo ha servido para aumentar la liquidez disponible. Además, ha sido una de las principales causas del deterioro de las cuentas públicas. El Banco de España ha alertado del riesgo de un incumplimiento del nuevo objetivo de déficit para este año. La relajación de los esfuerzos por la hacienda española en materia de recaudación del impuesto de sociedades observada en lo que va de año ha sido un paso en la mala dirección. Y el anuncio por el gobierno de un endurecimiento de este impuesto no debería afectar la inversión.
Merece la pena fijarse en la situación de los EE.UU. Poco a poco el país está saliendo de la situación de exceso de liquidez. Las empresas optan por invertir sus excedentes, fruto de los estímulos públicos por un monto tres veces superior al plan Junker, a la recuperación del empleo y de las rentas salariales, en línea con la productividad. En el caso de España, pese al aumento en el empleo y ante el estancamiento de los salarios, los hogares reducen sus ahorros.
Con todo, las empresas españolas disfrutan de condiciones financieras excepcionalmente favorables que podrían desencadenar un nuevo ciclo de inversión, productividad y bienestar social. Su aprovechamiento depende del mantenimiento de una senda de reducción del déficit público realista y que preste apoyo a la demanda interna, los desequilibrios estructurales y la cohesión social.