La crisis iniciada en 2007 ha sumido a la economía española en el peor periodo económico de su historia moderna, dejando aparte episodios como guerras civiles o similares. Desde la segunda mitad de 2013 asistimos a una recuperación desigual, pero aún estamos muy lejos de recuperar los niveles de bienestar anteriores a la crisis, lo que explica que una gran mayoría de los ciudadanos sienta que la superación de la misma queda muy lejos todavía en el horizonte. Ello nos ha hecho olvidar que desde finales de los 50 el balance de lo conseguido por la economía española es una historia de éxito. En este artículo se analizan algunos de los grandes rasgos de la evolución de nuestra economía durante los últimos 30 años.
GRÁFICO 1
Fuentes: INE y elaboración propia.
Aunque imperfecto, el PIB sigue siendo el indicador más usado para acercarse al progreso económico de una sociedad. Como vemos en el gráfico 1, en estos treinta años transcurridos desde 1985 el PIB prácticamente se ha duplicado. Ahora bien, su avance no ha sido constante, ya que junto a fases de expansión se han producido otras de recesión. Una vez superadas las dos crisis del petróleo de la segunda mitad de los setenta y primeros años de los ochenta, y coincidiendo con su ingreso en la entonces llamada Comunidad Económica Europea (CEE), la economía española inició uno de sus periodos más fructíferos: el PIB real (a precios constantes) se multiplicó por 2,1 entre 1985 y 2007, creciendo a una tasa media anual del 3,4%. Hubo una recesión en 1992-93, como en el resto de Europa, que hoy se nos antoja casi una anécdota comparada con la actual.
GRÁFICO 2
(1) Ruptura series en 1991 al producirse la reunificación alemana. Fuente: Comisión Europea.
La progresión de la economía española en estos 23 años fue notablemente mayor que la del resto de socios europeos, lo que permitió que el PIB per cápita en relación a la media de la UE-15 aumentara veinte puntos porcentuales, desde el 72% al 92%. En 2007 estuvimos rozando los niveles de Italia y Francia (gráfico 2). Podemos decir, por tanto, que nuestro ingreso en la CEE ha sido una de las decisiones de política exterior más beneficiosas de nuestra historia. Lo que no está tan claro es si ha sido una buena idea entrar en el euro. Este se creó prematuramente, sin que existieran las bases ni las instituciones necesarias para su buen funcionamiento y sin que muchos países, entre ellos España, adaptaran su sistema económico a los nuevos requerimientos. Pero lo hecho, hecho está, y sería una locura volver atrás. Ahora toca sacar lecciones y sentar las bases para que la moneda única no sea un obstáculo, sino un instrumento de prosperidad para Europa.
El avance de la economía española se truncó abruptamente en 2008. Entre ese año y 2013 el PIB real retrocedió 8,5 puntos porcentuales, a una media de 1,8 puntos por año. Ello ha rebajado el crecimiento medio anual desde 1985 al 2,3%. Además, la recesión ha sido más intensa que en el resto de la UE-15, de forma que hemos perdido 6 puntos porcentuales de renta per cápita relativa, alejándonos considerablemente de Francia y sobre todo de Alemania. La buena noticia es que, una vez iniciada la recuperación, la economía española vuelve a crecer por encima de dichos países, recuperándose el proceso de convergencia.
GRÁFICO 3
(1) Ruptura series en 1995 al pasar del SEC-79 al SEC-95. Fuente: INE.
Uno de los temas de discusión que recurrentemente aparecen en los debates sobre la economía española es la necesidad de cambiar el modelo de crecimiento. Es un tema complejo, que no puede despacharse en un comentario de un breve artículo. En realidad el modelo de crecimiento está cambiando constantemente, aunque de forma silenciosa y poco visible a corto plazo. Una primera y simple aproximación es analizar la evolución de la estructura productiva sectorial. Como se ve en el gráfico 3, en estos treinta años se observan cambios y tendencias importantes. El sector primario pesa hoy un 40% de lo que pesaba en 1985. La pérdida de peso de la industria también ha sido constante y los 15,5 puntos porcentuales del PIB que supone hoy son casi doce puntos menos que en 1985. La construcción fue ganando peso, con un breve retroceso en 1992-94, hasta alcanzar el 10,5% en 2005, cifra que se ha reducido posteriormente a menos de la mitad y ligeramente por debajo de 1985. Estas pérdidas las han absorbido los servicios, tanto los de mercado (4 puntos más), como los de no mercado (casi 5 puntos más). Estos cambios no son muy diferentes de los que se observan en el resto de países desarrollados (los ciclos de la construcción marcan la diferencia más importante), planteándose hoy en toda Europa la necesidad de reforzar la industria.
GRÁFICO 4
(1) Series enlazada y homogeneizada por Funcas para solventar distintas rupturas por cambios metodológicos. Fuentes: INE y elaboración propia.
Un tema crucial y muy de moda en nuestros días es cómo se reparte el pastel de la renta o PIB. En el gráfico 4 se muestra la primera distribución que hace el sistema productivo entre rentas del trabajo y del capital, si bien hay que hacer notar que estas últimas están expresadas en términos brutos (antes de restar la amortización del capital) e incluyen las rentas mixtas de los autónomos, que no se han separado por carecer de una serie histórica que abarque todo el periodo. Para poder hacer la comparación intertemporal de forma homogénea, evitando la parte de los cambios que sólo tienen que ver con variaciones en la proporción de los asalariados en el empleo total, los cálculos están hechos a tasa de salarización constante del año 2010. Tomando como referencia lo que antes se denominaba el PIB a coste de factores (PIB excluidos los impuestos netos sobre la producción e importaciones), en 1985 a las remuneraciones salariales les correspondía el 58% del mismo y en 2014, algo menos del 53%. La diferencia la ha ganado obviamente el excedente bruto de explotación. También esto es un fenómeno cuasi-universal, que tiene que ver con muchos factores, entre ellos, la globalización, donde los capitales y mercancías se mueven libremente por el mundo buscando la máxima rentabilidad, pero no así el factor trabajo.
GRÁFICO 5
(1) Ruptura series en 1995 al pasar del SEC-79 al SEC-95. Fuente: INE.
GRÁFICO 6
(1) (1) Serie enlazada y homogeneizada por Funcas para solventar distintas rupturas por cambios metodológicos. Fuentes: INE y elaboración propia.
GRÁFICO 7
(1) Fuentes: Comisión Europea, INE y elaboración propia.
Una de las debilidades que se achacan al sistema económico español es el bajo crecimiento de la productividad. Pero, al menos por lo que respecta a la productividad aparente por persona ocupada, ello depende en grado extremo de la fase del ciclo. De hecho, esta sólo crece con fuerza en los periodos de recesión, como consecuencia de que la regulación del mercado laboral hace que las empresas utilicen los despidos como variable de ajuste, en vez de utilizar en mayor medida las horas trabajadas y los salarios (gráfico 5). La última y dolorosa experiencia ha sido la destrucción del 17% del empleo en los años de crisis, el doble de lo que ha caído el PIB. En los periodos de expansión, en cambio, el avance de la productividad es muy bajo. A largo plazo (en este caso la media de 1985 a 2014) el crecimiento medio anual del PIB se desdobla entre aumentos del empleo y de la productividad por ocupado del 1,3% y 1%, respectivamente. Esta relación de largo plazo no difiere mucho de los países europeos, lo que nos diferencia es la extrema volatilidad cíclica, que causa estragos en las fases recesivas del ciclo, como se ve en los gráficos 6 y 7. No sé si las últimas reformas laborales han introducido suficiente flexibilidad para evitar este comportamiento en el futuro.
GRÁFICO 8
(1) Fuentes: Comisión Europea, INE y elaboración propia.
A la misma conclusión se llega si el problema se analiza utilizando como indicador el paro (gráfico 8), aunque en este caso advertimos un segundo problema grave: el comportamiento del paro no sólo es mucho más volátil, sino que su nivel medio de largo plazo (indicador que podríamos utilizar como una aproximación al concepto de paro estructural) es mucho más elevado que en los países europeos (16,9% en España entre 1985 y 2015 frente al 9% en la UE-15 y el 6,1 en los EE.UU.). Reducir esta elevadísima tasa de paro estructural es el mayor reto a que se enfrenta la economía española. De ello dependerá, a su vez, la disminución de los elevados porcentajes de pobreza y exclusión social, en los que España está en los puestos de cabeza de Europa.
En resumen, contemplados en su conjunto, los treinta últimos años han sido fructíferos para la economía española. El problema es que en 2007 se rompió el juguete y se vino abajo buena parte de lo construido en los años anteriores. La reconstrucción nos está costando mucho y más nos costará si predominan las estrategias de confrontación en vez de las de colaboración.