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Riesgo político

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El Fondo Monetario Internacional ha vuelto a revisar a la baja la previsión de crecimiento de la economía mundial para este año. Ahora se espera un crecimiento del 3,1%, una décima menos que en el anterior ejercicio de previsiones y medio punto menos de lo que vaticinaba hace un año.

Lo que sorprende no es tanto el error de previsión —recurrente en los últimos cinco años— sino las consecuencias que se derivan. El organismo internacional considera que la economía mundial ha entrado en una fase de crecimiento débil que no se revertirá fácilmente y que conlleva un importante riesgo político. El desempleo, el reparto desigual de la renta en la mayoría de los países desarrollados y las turbulencias económicas han erosionado el pacto social. El resultado es una opinión pública polarizada, cada vez más hostil a la inmigración y proclive a soluciones proteccionistas. Prueba de ello, el Brexit y la proliferación de partidos populistas. Es también un hecho que el comercio internacional se ha estancado.

Por ello se recomienda una mayor prioridad a las políticas de empleo y de equidad —algo relativamente nuevo en el discurso de un organismo tradicionalmente preocupado por cuestiones puramente económicas y financieras—. Curiosamente, en unas declaraciones recientes, el Presidente del Banco Central Europeo se manifiesta en el mismo sentido. Así pues, Mario Draghi se pregunta si no ha llegado el momento de aumentar los salarios, empezando por los países como Alemania y Japón donde las cuentas externas lo permiten. Con esto lo que se pretende es mejorar la distribución de la renta y a la vez estimular la demanda, lo que relajaría la presión que se ejerce sobre la política monetaria.

«El endeudamiento global representa más del doble del tamaño de la economía mundial, un nivel inquietante. Cuando los bancos centrales cesen de comprar deuda, los mercados tendrán que tomar el relevo lo que generará un aumento de los costes de financiación y provocará un endurecimiento brutal de los presupuestos de los Estados».

En efecto, el organismo considera que la política monetaria carga con el principal peso de hacer frente al debilitamiento económico. Ante el riesgo de deflación, los bancos centrales de los países desarrollados han puesto en marcha una serie de medidas heterodoxas con el objetivo de abaratar el coste de la deuda, reactivar el crédito y prevenir la deflación. Esta política se ha traducido en una intervención masiva en la financiación de la economía por parte de los bancos centrales. El Banco Central Europeo se ha convertido en el principal tenedor de deuda pública, y sus activos superan el 30% del PIB de la zona euro, un valor similar al que se observa en el caso de la Reserva Federal de los EE.UU. En Japón, el banco central ha intervenido con aun más contundencia y sus activos son proporcionalmente tres veces superiores a los que ostenta su homólogo europeo.

GRÁFICO 1

Fuentes de los gráficos: INE (CTNFSI), Banco de España (PDE) y BCE.

Sin duda esta política ha abaratado las cargas financieras que soportan las arcas públicas. En España, los pagos por intereses han disminuido mientras que el endeudamiento de las administraciones públicas ha seguido creciendo. Sin embargo, los resultados en materia de inflación y de activación de la economía real están por debajo de las expectativas. También se advierten síntomas de agotamiento de las medidas emprendidas por los bancos centrales.

GRÁFICO 2

(*) Para la deuda pública el dato de 2016 es del 2º trimestre. Para los intereses, estimación anual. Fuentes de los gráficos: INE (CTNFSI), Banco de España (PDE) y BCE.

Sobre todo, la principal cuestión es ¿qué pasará cuando los bancos centrales pongan fin al arsenal de medidas monetarias ultra-expansivas? El endeudamiento global representa más del doble del tamaño de la economía mundial, un nivel inquietante. Cuando los bancos centrales cesen de comprar deuda, los mercados tendrán que tomar el relevo lo que generará un aumento de los costes de financiación y provocará un endurecimiento brutal de los presupuestos de los Estados, con más que probables repercusiones sobre el riesgo político.

La economía española se enfrentará a estos retos en una fase del ciclo bastante favorable. Ello ha llevado el FMI a revisar significativamente al alza la previsión de crecimiento para 2016 y 2017, en consonancia con las previsiones del consenso de Funcas. No obstante, la fragilidad del entorno internacional aconseja un mayor protagonismo de los resortes internos de crecimiento, teniendo en cuenta el diagnóstico compartido en materia desempleo, endeudamiento y riesgo político.

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