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Ralentización, no desplome

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Pese a los presagios sombríos que se han venido manifestando, la economía española mantiene por ahora el pulso del desafío soberanista. La información disponible apunta a una suave ralentización, y no un ajuste severo como consecuencia de las tensiones en Cataluña.

Las matriculaciones de automóviles, las ventas de grandes empresas de bienes de consumo o las ventas minoristas reflejan un crecimiento intenso aunque más moderado en los últimos meses. Las empresas siguen invirtiendo, incluso más que a principios de año según los datos disponibles de importación de bienes de equipo y producción. La inversión en vivienda se dinamiza y hasta la obra pública podría haber comenzado a registrar una recuperación.

El sector exterior sigue impulsando la economía, aunque reduce algo su aportación. Las exportaciones moderan levemente su expansión, mientras que las importaciones se aceleran. Los profesionales del turismo pronostican una fuerte caída de la llegada de extranjeros a Cataluña, algo que por ahora no se refleja en los datos reales.

La creación de empleo tampoco cede ante las incertidumbres. En octubre, las afiliaciones a la Seguridad Social se incrementaron a mayor ritmo que en meses anteriores.

Los mercados financieros, por su parte, apuestan por la vuelta a la normalidad. Los índices bursátiles han mejorado notablemente desde el anuncio de nuevas elecciones. Esta semana el Tesoro colocó bonos del Tesoro en condiciones más favorables que en anteriores subastas. La prima de riesgo ha vuelto a caer.

«Bajo el supuesto de un riesgo político contenido en el tiempo, el desafío soberanista restaría la mitad del crecimiento inicialmente previsto para Cataluña durante el semestre posterior al 1-O».

Sin duda, se esperan datos menos favorables para las próximas semanas, empezando por la economía catalana, la más importante del país. La inversión es la variable más sensible ante las incertidumbres normativas y políticas. La compra de vivienda en Barcelona ha empezado a resentirse y la inversión extranjera se mantiene a la expectativa.

El consumo de las familias también podría frenar su frenesí. Ya ha dado algunas señales en este sentido, como lo muestra el fuerte descenso del indicador de confianza del consumidor de octubre elaborado por el Centro de Investigaciones Sociológicas. La tasa de ahorro ha caído, acercándose a mínimos históricos.

Bajo el supuesto de un riesgo político contenido en el tiempo, el desafío soberanista restaría la mitad del crecimiento inicialmente previsto para Cataluña durante el semestre posterior al 1-O. Los efectos sobre el resto de comunidades serían limitados. A partir del segundo trimestre, sin embargo, el PIB recuperaría su ritmo tendencial. Esto se debe a que, pese al cambio de sede social y fiscal de muchas empresas, los principales centros de actividad permanecerían en Cataluña.

Gráfico 1

(*) Estimación del impacto del conflicto catalán.

Para el conjunto del país, la economía crecería un 2,6% en 2018, es decir medio punto menos que este año. La situación en Cataluña explicaría 3 décimas de esa desaceleración. El resto se debería a la ralentización que ya había empezado a producirse antes del 1-O.

Gráfico 2

Esto que parece poco, provocaría una menor creación de empleo. Así pues, la tasa de paro quedaría en el 14,6% a finales del 2018, medio punto por encima de la anterior previsión. Se habrían perdido cerca de 125.000 puestos de trabajo como consecuencia de las tensiones políticas.

Otra consecuencia de este escenario relativamente favorable es que el déficit bajará menos de lo previsto. No obstante, este resultado permitiría una salida del “procedimiento de déficit excesivo” que mantiene al país bajo la vigilancia de Bruselas.

Por supuesto, si el conflicto se prolongara, el impacto sería mucho mayor. Los inversores no retrasarían sus inversiones, sino que algunos las llevarían a otros territorios. El tejido empresarial sufriría importantes cambios, por el desplazamiento de centros operativos, después de la salida de sedes sociales y fiscales. Las condiciones de financiación de la deuda pública y privada se deteriorarían en todo el país. Por su gravedad y su carácter disruptivo, este escenario es poco probable. Pero no se puede descartar.

Fuentes de los gráficos: INE y previsiones de Funcas para 2018.

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