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Para que el dinero trabaje

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La rarefacción del crédito a empresas y familias fue tal vez la principal causa del aumento del paro experimentado durante los años centrales de la crisis. Aunque con demasiado retraso, la política monetaria reaccionó a esta situación, inyectando liquidez y comprando títulos de deuda, sobre todo a partir de 2012. Con estas medidas, se pretendía también reactivar el crédito y así facilitar la recuperación.

Las cifras de crecimiento para 2017 —más del 3% en España y cerca del 2,5% en la Eurozona— y las buenas previsiones para este año muestran que el objetivo se ha cumplido a corto plazo.

Gráfico 1

Gráfico 2

Sin embargo, la sostenibilidad de la onda expansiva impulsada por el BCE depende en buena medida de la asignación de los flujos de financiación. Si el crédito sirve para sostener la actividad, la inversión y las iniciativas más prometedoras, se puede esperar que mejore la productividad y la creación de empleo estable. Por el contrario, ante la facilidad para financiar proyectos cortoplacistas o poco rentables, los sectores de baja productividad y bajos salarios tenderán a perdurar, en detrimento de la innovación y el crecimiento futuro.

Un estudio del Banco de Pagos Internacionales (una de las pocas organizaciones internacionales que advirtió de la inminencia de una crisis) muestra que la ineficiente asignación de recursos financieros contribuye a explicar el débil crecimiento de la productividad observado en España y otros países durante la época de bonanza y de crédito abundante. El estudio añade que los bajos tipos de interés que prevalecen en la actualidad, de prolongarse, podrían tener un impacto similar. Este es un contexto que permite que aflore la demanda de crédito para el consumo o inversiones cuya rentabilidad económica y social es dudosa.

«Cabe esperar que el proceso de desendeudamiento de los hogares haya tocado fin, que el crédito al consumo siga acelerándose y que el crédito hipotecario emprenda el mismo camino, lo que abriría un nuevo frente de vulnerabilidad. Sobre todo cuando el BCE cierre el grifo del crédito barato».

Así pues, el crédito al consumo aumenta a un ritmo anual cercano al 6% y tiende a acelerarse. Según la encuesta de préstamos bancarios en España, esto se debe a los bajos tipos de interés, la relajación de los criterios de concesión por parte de las entidades y la mejora económica general. El magro aumento de la renta disponible es también otro factor que empuja a muchas familias a endeudarse.

En el caso de las empresas, el impacto de las excepcionales condiciones de financiación es más indirecto.  El volumen de crédito a empresas se reduce, pero eso se debe a que las grandes corporaciones tienen menos necesidad de recurrir a los bancos para financiarse —a diferencia de los hogares, pueden acceder directamente a los mercados o utilizar sus excedentes, que alcanzan niveles históricos. Sin embargo, los tipos de interés tienen escasa incidencia en el la asignación del crédito para las empresas: un tipo de interés tan reducido no permite discriminar entre inversiones rentables y proyectos poco viables.

El endurecimiento de la normativa financiera, junto con el saneamiento del sector y la reducción del volumen de créditos irrecuperables, ayudan a que las entidades concedan préstamos con más rigor que en épocas anteriores. Hasta cierto punto, la aplicación de criterios más estrictos en la concesión de préstamos se sustituye a la regulación mediante el precio del dinero.

Sin embargo, conviene vigilar la aplicación de la normativa y fortalecer el sistema de supervisión, que ahora es europeo. El seguimiento macroeconómico también es esencial. Cabe esperar que el proceso de desendeudamiento de los hogares haya tocado fin, que el crédito al consumo siga acelerándose y que el crédito hipotecario emprenda el mismo camino, lo que abriría un nuevo frente de vulnerabilidad. Sobre todo cuando el BCE cierre el grifo del crédito barato.

Los presupuestos tampoco han aprovechado el excepcional apoyo monetario.  Prueba de ello: una inversión pública bajo mínimos tanto en capital humano como en nuevas tecnologías, y sin indicios de un cambio de tendencia. Ya lo dijo Benjamin Franklin: “una inversión en conocimiento paga el mejor interés”.

Fuentes de los gráficos: Banco de España y Funcas.

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