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No esperar al gran anuncio

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Los caminos de vuelta de las grandes crisis financieras son heterogéneos internacionalmente. Los patrones históricos se repiten y, aunque los ciclos de recuperación económica puedan acortarse, persisten las diferencias entre países. El “gran anuncio” se produce cuando un determinado gobierno proclama la vuelta a las tasas de paro precrisis. Más aún si se entiende que esas cifras corresponden a pleno empleo.

Sin embargo, tras la salida de la Gran Recesión, países como Estados Unidos o Reino Unido observan con estupor cómo se llega a ese deseado momento en medio de un profundo descontento social. Aunque es importante recuperar empleo, lo es también cómo hacerlo. Y en estos países se ha hecho con salarios significativamente peores que antes de la crisis y con niveles de participación en el mercado de trabajo en mínimos históricos. Cunden los desanimados que no tienen empleo, pero tampoco lo buscan ya.

En España, esa deseada “anunciación” de recuperación laboral completa está aún por llegar. Lo positivo es que puede producirse en un plazo algo más corto que en la experiencia histórica porque con la actual estructura del mercado se generan puestos de trabajo a más velocidad y desde tasas de crecimiento económico más modestas. Pero se comparte la desgracia de otros países en cuanto a caída de la participación, calidad del empleo y salarios.

«Resulta inaplazable una apuesta más decidida por la calidad del empleo. Del lado del diálogo queda pendiente un pacto de rentas. España asumió un ajuste necesario e importante en salarios, pero, a todas luces, parece que ha habido una pasada de frenada».

Los datos del Ministerio de Empleo de este lunes se resumen en un noviembre malo como siempre, pero menos malo que el año anterior. De hecho, en términos desestacionalizados (que pocas veces llegan al titular del momento) el paro ha bajado en 22.744 personas. Del mismo modo, corregida de efectos estacionales, la afiliación a la Seguridad Social aumentó en 43.437 ocupados, lo que reafirma el vigor del crecimiento de la actividad económica. Los datos no fueron buenos en Cataluña, con 7.391 registrados más en las listas de desempleo en noviembre, pero, aunque seguramente tenga que ver con la incertidumbre económica en este territorio, resulta difícil delimitar hasta qué punto. En todo caso, si las cosas siguen igual para Cataluña, es previsible que los datos del mercado de trabajo sigan siendo desfavorables o, en todo caso, menos positivos que en el promedio del territorio nacional.

Lo que sí que resulta inaplazable es una apuesta más decidida por la calidad del empleo. Del lado del diálogo queda pendiente un pacto de rentas. España asumió un ajuste necesario e importante en salarios, pero, a todas luces, parece que ha habido una pasada de frenada. En algunas dimensiones, salarios y formación están vergonzosamente desacompasados.

Tampoco parece conveniente seguir dejando de lado una mayor inversión en innovación, ciencia y tecnología porque los mercados de trabajo más sólidos en la era de transformación digital serán los que cuenten con más empleados en esas áreas. En este capítulo, también entra una regulación más seria de la estructura laboral de la llamada economía colaborativa, donde la innovación no puede confundirse con condiciones laborales precarias. Será fantástico anunciar caídas reiteradas del paro pero, más aún, si van acompañadas de bienestar social.

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