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La economía española hasta 2020

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El actual ciclo expansivo es inusual, por mantener un importante superávit externo y una inflación contenida, en línea con la evolución de los precios en otros países de nuestro entorno. En anteriores épocas, el crecimiento iba acompañado de desequilibrios externos y de un deterioro de la competitividad, que acababa provocando una nueva recesión.

Según los escenarios de Funcas, estas condiciones favorables deberían mantenerse durante los próximos dos años, en parte por el buen comportamiento de la economía europea. Así pues, se prevé una desaceleración gradual de la economía española, que todavía crecería por encima del 2% en 2020. La desaceleración procedería del consumo de los hogares, que difícilmente podrán reducir más su tasa de ahorro, ya en mínimos históricos. Por otra parte, el impacto del conflicto secesionista en Cataluña se reduciría durante el resto del periodo de previsión.

A finales de 2020, la actividad se acercaría a su potencial no-inflacionista mientras que la tasa de paro descendería hasta valores cercanos al 10%. Algunas comunidades como Baleares, País Vasco y Navarra, gozarían de una situación próxima al pleno empleo. Sin embargo, a falta de reformas, la calidad del empleo seguirá siendo deficiente. Las cuentas externas arrojarían un sólido superávit, mientras que la inflación subyacente sería inferior al 2%, en línea con la media de la Eurozona. La deuda pública se mantendría como uno de los principales desafíos de la economía española, pero su senda sería descendente.

Escenarios para la economía española 2018-2020

Fuente: Funcas

Las perspectivas serían parecidas si se tomaran como punto de partida las hipótesis de los analistas más optimistas para la economía mundial. Bajo ese supuesto, el paro y la deuda se reducirían a mayor velocidad, sin presionar sobre las cuentas externas ni los precios —aunque la inflación se acercaría al 2%— en 2020.

«A nivel interno, en todos los escenarios, la deuda pública y la calidad del empleo se mantienen como los principales desafíos que tiene el país a medio plazo».

¿Qué capacidad de resistencia tendría la economía española si se produjera un shock financiero de magnitud similar al de 2011? Ese año la economía se desplomó, consecuencia del aumento acusado de la prima de riesgo, de la rarefacción del crédito y del frenazo de la economía europea. Hoy por hoy, sin embargo, un shock financiero provocaría un importante frenazo del crecimiento, pero no una recesión. Además, el superávit externo se mantendría.

Este resultado se explica por el punto de partida, relativamente favorable en comparación con la situación anterior a la crisis. Entre 2010 y 2017, las empresas redujeron su endeudamiento en más de 310.000 millones de euros, y los hogares lo hicieron en 170.000 millones. Por tanto, un aumento de tipos de interés tendría un impacto más limitado que en años anteriores. En el caso de las empresas, por ejemplo, se estima que los pagos de intereses aumentarían la mitad que en 2011 en caso de shock financiero. Asimismo, las entidades bancarias mantendrían su capacidad para conceder créditos, fruto de la mejora de los ratios de liquidez y de la morosidad. Además, las entidades han reducido su exposición a la deuda soberana, lo que modera el riesgo de contagio de un hipotético aumento de primas de riesgo sobre los balances bancarios.

Pese a todo, la economía española sufriría una pérdida de confianza, por el elevado nivel de endeudamiento público. Otra fuente de vulnerabilidad es la precariedad laboral. El elevado peso del empleo temporal favorece la realización de fuertes ajustes de plantilla en las etapas de recesión, en mayor medida que en otros países europeos, con un efecto pro-cíclico sobre el crecimiento.

En suma, todo apunta a que la economía española está mejor posicionada que en anteriores épocas para responder a shocks externos. No obstante, los escenarios no contemplan la posibilidad de una guerra comercial, que podría surgir a raíz de las medidas proteccionistas anunciadas por EE UU. A nivel interno, en todos los escenarios, la deuda pública y la calidad del empleo se mantienen como los principales desafíos que tiene el país a medio plazo, poniendo de manifiesto la necesidad de nuevas reformas.

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