Son muchas economías, no solo la española, las que tratan de compatibilizar el empuje de flujos de crédito nuevo con la reducción de la deuda del sector privado. Parte de la cirugía más urgente y aparatosa de las cicatrices del endeudamiento se dio en los peores años de la crisis. Pero una reparación completa costará aún tiempo y esfuerzo. Situaciones como las que vive Abengoa son un ejemplo de las dos caras de la realidad financiera actual. Una, la de la empresa con elevado valor de franquicia que requiere de liquidez para sus proyectos. Otra, la necesidad de reestructuración de su deuda.
Hacer funcionar el engranaje financiero de un país es una cuestión de demanda y oferta pero también del encaje institucional. En lo que respecta a la demanda, hay elementos positivos muy importantes como el crecimiento de la economía o la reducción del desempleo, aunque la parte estructural del paro no da para fiestas. No van a ayudar tampoco la incertidumbre política patria o el arrastre del chaparrón de China y los emergentes.
Por el lado de la oferta, las condiciones de financiación han mejorado. Lo ratificaba la última encuesta de préstamos bancarios publicada por el Banco de España la semana pasada. Además, el Banco Central Europeo sigue afanado en servir liquidez en su ya prolongada barra libre. Asimismo, la presión regulatoria sobre los bancos es elevada pero está ya, en cierto modo, descontada. En todo caso, a nadie se le escapa que los bancos europeos están siendo duramente castigados en los mercados porque se duda sobre su rentabilidad. Se imponen tres pasos para remontar el vuelo: saneamiento y transparencia, reestructuración y nuevas formas de hacer negocio. En España vamos ya por el tercero mientras media Europa pelea aún con el primero. En Italia, por ejemplo, se avecina crisis bancaria y ya se habla de crear un banco malo.
En cuanto a los factores institucionales, son particularmente importantes en España, con una estrecha conexión entre bancos y empresas. De hecho, no hay uno sino muchos mercados posibles de crédito, como se explica en el nuevo número de Papeles de Economía, que Funcas presentó ayer. Despejar las tuberías de la deuda es importante para que el sistema funcione y las empresas cuenten con distintas alternativas de financiación. Se han tomado algunas medidas esenciales para ello estos años. Entre ellas, las que propician más ágiles concursos empresariales, reducir bloqueos de accionistas minoritarios o convertir deuda en capital. Sin estas acciones, problemas como los que está sufriendo Abengoa serían aún más agudos y el empleo se resentiría aún más. Pero son sólo algunas de las muchas tareas necesarias y pendientes para diversificar las condiciones de acceso a la financiación y de resolución de deuda. Claro que estas cuestiones, por su aridez técnica, pasan más desapercibidas pero, a falta de dirección e interlocución política en los próximos meses, es necesario contar con reglas, procedimientos y nuevas posibilidades para evitar, en la medida de lo posible, pesarosas quiebras y, sobre todo, favorecer una financiación responsable.