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El euro a prueba de Trump

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La entrada en funciones del Presidente Trump pone de relieve las debilidades de la construcción europea y obliga a los gobiernos europeos a definir el futuro de la moneda única.

Se anticipa una apreciación del dólar frente al euro, algo que, en principio, podría beneficiar las exportaciones europeas, particularmente las españolas en sectores que gozan de una buena posición competitiva. Los datos de comercio internacional para el mes de noviembre han sido especialmente alentadores en este sentido. Y el dinamismo exportador en el sector de servicios no turísticos confirma esos resultados.

Gráfico 1

No obstante, el anuncio de medidas de corte proteccionista podría anular los beneficios de la depreciación del euro. La imposición de barreras a la entrada de productos europeos en el mercado americano es poco probable. Aun así, Europa sufrirá las consecuencias de las tensiones comerciales que empiezan a aflorar entre los EE.UU. y los países emergentes, en especial México y China. Conviene recordar que los EE.UU. son el sexto cliente de España, China el 12º y México el 13º. El “patriotismo económico” promovido por la nueva administración americana perjudicaría las actividades de industrias establecidas en América Latina que no aceptaran relocalizar sus actividades más al Norte. Esas amenazas ya se han dejado escuchar en el sector del automóvil.

Pero la principal preocupación viene de la propia zona euro. Las turbulencias internacionales ponen de manifiesto los defectos de construcción de la moneda única. En primer lugar, la integración bancaria no se ha completado. En las mismas condiciones de rentabilidad, el crédito cuesta más caro para las empresas establecidas en países como España que para aquellas situadas en el norte de Europa. El ahorro no circula adecuadamente entre países europeos, lo que perjudica la inversión y aumenta la vulnerabilidad frente a choques externos.

Gráfico 2

Por otra parte, el proceso de convergencia entre economías de la zona euro no se ha producido. Los fundadores del euro esperaban que, con el tiempo, los diferenciales de productividad y de calidad de los bienes y servicios producidos se reducirían. Sin embargo, Grecia se ha quedado atrás, sumida en una profunda crisis, Italia se ha estancado y Francia, aunque dispone de un enorme potencial tecnológico, no ha conseguido conectar con el pelotón de cabeza. Aunque el posicionamiento de España ha mejorado, quedan por cerrar las graves secuelas de la crisis.

«La reforma de la zona euro debería ser la respuesta a la llegada del presidente Trump a la Casa Blanca. De lo contrario, se cuestionará la existencia de la moneda única, ese gran proyecto inacabado».

Con todo, la zona euro es especialmente vulnerable a acontecimientos “imprevistos” del mercado o políticos. La situación del sector bancario italiano es uno de esos accidentes, que corre el peligro de lastrar una economía ya muy debilitada. Y el 2017 se anuncia especialmente incierto en cuanto al resultado de los comicios electorales en varios países como Holanda, Francia, Alemania y posiblemente Italia.

La divergencia complica la tarea del Banco Central Europeo. El instrumento monetario es el mismo para todos los países que componen el euro, cualquiera que sea su situación económica. Las economías en peor situación (Alemania a principios de los años 2000, o el sur de Europa a partir del 2010) necesitan tipos de interés reducidos. Y ocurre lo contrario en las economías sobrecalentadas, por ejemplo España antes de la crisis. Las divergencias entre países que componen el euro deberían compensarse mediante transferencias monetarias. Es decir, la moneda única, para que funcione, requiere que los países en mejor situación compensen a los otros. Esto es lo que ocurre dentro de un mismo país, cuando las regiones más favorecidas ayudan a las más afectadas por el ciclo económico, financiando el seguro de desempleo o invirtiendo para estimular la recuperación.

Hoy por hoy estos mecanismos son notoriamente insuficientes. El fondo social representa un paupérrimo 0,07 por ciento del PIB europeo, es decir, seis veces menos que el seguro federal de desempleo de los EE.UU., donde el paro es la mitad que en Europa. La inversión, otro mecanismo de compensación, ofrece mejores perspectivas gracias a la puesta en marcha del plan Junker. Pero su ejecución es lenta y se queda pequeño frente a los desafíos que plantea el nuevo contexto internacional.

La reforma de la zona euro debería ser la respuesta a la llegada del presidente Trump a la Casa Blanca. De lo contrario, se cuestionará la existencia de la moneda única, ese gran proyecto inacabado.

Fuentes de los gráficos: BCE, Eurostat y Funcas.

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