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Churras y merinas bancarias

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Varias veces en los últimos años ha habido episodios de contagio en el sector bancario. Se ha tratado, generalmente, de un abrupto tratamiento del todo como la parte. La incertidumbre sobre la solvencia de un banco o varios en un país se extendía, de forma ineludible, al resto.

En el caso de la eurozona, en algunos momentos tuvo incluso connotaciones epidémicas en las que no sólo se veían afectados los sistemas financieros de un buen número de países, sino el propio euro. La causa era fundamentalmente la opacidad informativa. Se sabía por dónde empezaban los problemas de calidad de los activos pero no por dónde terminaban.

Este riesgo de contagio se ha prolongado tal vez demasiado tiempo en Europa pero el esfuerzo de transparencia realizado en algunos países, como España, ha sido significativamente mayor y ha incorporado importantes sacrificios. Ante este argumento, hay quien podría preguntarse cómo es posible que el Popular haya caído. Incluso que se cuestione para qué sirvieron las pruebas de esfuerzo. Aunque la respuesta va a requerir un análisis concienzudo, muchos nos seguimos preguntando por qué no se segregaron antes los activos improductivos de este banco, acabando de este modo con las dudas sobre la pérdida incurrida y el valor de la acción. El banco podría quizás haber sobrevivido pero conviene insistir en que las causas de su destino final precisan un estudio más detallado. Afortunadamente, ahora el sector bancario español cuenta con saneamiento y músculo financiero para resolver el entuerto tal y como se ha hecho.

«Prohibir las posiciones cortas ha sido la solución adoptada —y parece tener una justificación por la excepcionalidad y por la ferocidad de los ataques que se podían haber ampliado de otro modo— aunque es un terreno complicado por el que transitar».

No obstante, tras la fulminante absorción del Popular, parece que otros valores bancarios se han visto afectados de forma muy concreta y sorprendentemente en lo que a todas luces parece una extrapolación acelerada y equivocada del caso del Popular. Se confunden churras con merinas. Si se analiza, por ejemplo, el caso de Liberbank, se observa una reducción de la morosidad y una cobertura del deterioro de activos muy destacables. Se trata de un banco que ha reducido su morosidad un 38% en tan sólo un año (estará a final del año en torno al 10% y en el 7% el próximo), con una ratio de capital del 12% y una sólida base de depositantes.

Ante estos movimientos especulativos de la parte sobre el todo, la mejor respuesta es la certificación externa y creíble de la calidad de los mismos y es en esa dirección en la que se debe actuar. Prohibir las posiciones cortas ha sido la solución adoptada —y parece tener una justificación por la excepcionalidad y por la ferocidad de los ataques que se podían haber ampliado de otro modo— aunque es un terreno complicado por el que transitar. En todo caso, convendría que cundieran los mensajes públicos de autoridades relevantes que enfatizaran la posición de fortaleza de las entidades financieras potencialmente afectadas, porque si han realizado un esfuerzo de transparencia como el que han realizado, este debe refrendarse siempre que sea preciso.

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